Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

sábado, 7 de julio de 2018

Viaje sentimental

Gonna take a sentimental journey
Gonna set my heart at ease
Gonna make a sentimental journey
To renew old memories

Sentimental Journey, Bud Green.
 


Casi treinta años antes de que Julio Verne (1828-1905) diera a conocer Le Tour du monde en quatre-vingts jours, el mexicano —aunque novohispano de nacimiento— Manuel Payno (1820-1894) iniciaba su Viaje sentimental a San Ángel disculpándose de la siguiente forma:

“He aquí un artículo en que no encontrarán los lectores aventuras maravillosas, ni naufragios, ni incendios, ni desafíos, ni muertes. Cuando se cuenta un viaje alrededor del mundo (las cursivas son mías), todo esto y mucho más puede haber; mas cuando el viaje es de tres leguas y dura un día, ¿qué queréis de notable en él?”

El narrador francés publicó por vez primera su celebérrima novela en el parisino Le Temps, entre el 7 de noviembre y el 22 de diciembre de 1872, por entregas. Por su parte, Manuel Payno publicó en 1843 su Viaje sentimental a San Ángel, narración dedicada al conde de la Cortina, en El Museo Mexicano, un periódico que él mismo dirigía junto con su amigo Guillermo Prieto (1818-1897). Después de ver un anuncio en un impreso fue que a Verne se le ocurrió la idea de la aventura que habrían de vivir Filias Fogg, el inglés adinerado y excéntrico que, junto con su fiel sirviente Jean Passepartout, protagoniza La vuelta al mundo en 80 días. En cuanto a Payno —“el prosista más natural y ambicioso del siglo XIX mexicano”, Rafael Pérez Gay dixit—, en el mismo párrafo inicial de su texto explicita a las claras quién quiere emular: “me es imposible dejar de contarles en tono sentimental, a la manera del buen Sterne, mi viaje a San Ángel” —por supuesto, se refiere al irlandés Laurence Sterne (1713-1768), autor de
A Sentimental Journey Through France and Italy (1768).

En nuestros días, los tuyos y míos, don Manuel seguramente hubiera sido un asiduo tuitero; nomás chequen: “… amo tanto a mis desconocidos lectores por la indulgencia con que toleran mis escritos, estoy tan acostumbrado a darles cuenta casi diariamente de mis aventuras, de mis sensaciones, y hasta de mis cuitas interiores…” Afortunadamente en su Viaje sentimental a San Ángel, más que contar sus congojas y emociones personales, encauzó su atención y su pluma a bosquejar el paseo que hizo desde la Ciudad de México hasta San Ángel.

Hoy día, el trayecto del centro histórico de la Ciudad de México —saliendo, digamos, del zócalo y llegando —como Manuel Payno lo hizo hace 175 años— al ex convento de Nuestra Señora del Carmen, puede hacerse de varias maneras. Si se opta por el automóvil, sin tráfico —es decir, únicamente en la madrugada—, la ruta más rápida es salir por Pino Suárez para tomar luego Tlalpan, calzada que habrá que seguir hasta río Churubusco/río Mixcoac, vía rápida por la que hay que subir hacia el poniente hasta llegar a Insurgentes, la gran avenida que tomaremos rumbo al sur, hasta la calle Rafael Checa, misma por la que se llegará a avenida Revolución, ya a unos metros de nuestro destino…; en total, unos veinte minutos. Si en vez de coche se anima uno a emprender el recorrido a pie, suponiendo harta suerte, quizá se logre completar la subida en poco menos de tres horas. En cambio, Manuel Payno emprendió el trecho en la mejor opción de la que podía disponer en aquellos años: “un caballo inteligente, vivo y fiel…, una prenda que se ama mucho en la vida”. Así que cabalgano, pronto llegó a los límites de la ciudad, en donde observó “… alfombras de verde esmeralda que circundan a México, esas calzadas de álamos y sauces que atraviesan por en medio de los campos de trigo y de maíz”. En la actualidad, claro, no queda verdor, mucho menos campos de cultivo, porque todo está ya pavimentado, urbanizado… A mediados del XIX, cuando don Manuel llega a San Ángel, lo primero que pide es oportunidad para darse un buen baño porque está empolvado de pies a cabeza por el camino… Y “empolvado” es un eufemismo… Después, disfrutará de las artes culinarias del lugar —“una enorme taza de caldo de habas; un plato de excelente sopa, llamada por el bello sexo capirotada; otro ídem de picadillo, formado con diversidad de pescados…; una tortilla de huevos, de una sesma de diámetro y otro tanto de espesor; un par de empanadas, cuya fama es tradicional, rellenas de ranas; una taza de arroz de leche de cabra; una botella de excelente burdeos”—, y ahora sí, momentos antes de caer la noche, por fin saldrá a dar un paseo por San Ángel: “No es una ciudad grande y populosa; pero sí una aldea lujosa, con hermosos edificios adornados suntuosamente, y que hacen honor al buen gusto de la aristocracia mexicana, que en la época de la primavera pasa alegremente sus días, en medio de los paseos campestres y de espléndidas orgías”. Payno pernoctará en San Ángel y volverá a México hasta el día siguiente, así que su paseo será turístico… Con todo, jamás aparecerá en su texto la palabra…

           
Turismo proviene del inglés tourism, que a su vez se deriva del francés tour, es decir, vuelta: Le Tour du monde…, la vuelta al mundo… El turista viaja por placer y regresa a casa. Por eso, en estricto sentido, todo viaje turístico es sentimental o sencillamente no lo es.
           

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