La memoria objetiva nunca me ha sido fiel.
En cambio, la memoria emocional me revive fácilmente.
José Vasconcelos, Ulises criollo.
Ayer fuimos a ver una exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes, “Arte de los pueblos de México. Disrupciones indígenas”. Saliendo nos topamos con algunos puestos de libros junto a la Alameda. Pasamos a curiosear. La mayoría eran saldos y libros usados. Como habíamos llegado al centro en taxi y pensábamos regresar a pie, no era muy prudente comprar nada…, pero caímos en tentación, claro: Otras voces, otros ámbitos, de Truman Capote; Escapada, de Alice Munro; Adiós muñeca, de Raymond Chandler; dos de Javier Marías, Pasiones pesadas y El siglo, y La camisa del marido, de Nélida Piñón, todos a cincuenta pesitos cada uno. Ya íbamos huyendo cuando en una de las últimas mesas alcancé a ver de reojo un ejemplar usado de una de las primeras ediciones de La región más transparente, de Fuentes. Me acerqué y ahí estaba, a un lado: pasta dura, algo lastimado, papel amarillento… El Ulises criollo de Vasconcelos, editorial Botas, una cuarta edición de 1935.
— Oiga, amigo. ¿Este cuánto cuesta?
— Cien… Bueno, deme ochenta.
Un tesoro y regalado… Ya en la noche que revisé las imágenes que había levantado durante la exposición, en efecto, ahí estaba: la fotografía del libro expuesto en una de las salas que integran la exposición “Arte de los pueblos de México. Disrupciones indígenas”:
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