Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

miércoles, 18 de mayo de 2022

Mexicanos holocenos

  

Cenozoicos

Parece que fue ayer: en la era geológica en curso, el Cenozoico, específicamente en su tercer período, el Cuaternario, nos apersonamos en el planeta. La especie de la que usted y yo formamos parte brotó de los azarosos avatares evolutivos en la época inicial del Cuaternario, el Pleistoceno. Para mayor precisión, los sapiens surgieron en algún momento del Pleistoceno Medio, edad geológica cuyos límites temporales se sitúan entre 0.774 y 0.129 millones de años. Nuestro debut biológico ocurrió en África oriental hace unos 0.200 millones de años.

 

Peregrinos

Durante unos 0.130 millones de años, los sapiens no se consiguieron mayor hazaña que esquivar la extinción. Corría aún el Pleistoceno Medio y entonces, hace 70 mil años, algunas tropillas de estos débiles homínidos comenzaron a caminar hacia el norte. Tuvieron que pasar unos 30 mil años para que comenzaran a poblar Euroasia.

 

Inmigrantes

Todos los americanos somos descendientes de inmigrantes. Procedentes de Asia, nuestros ancestros llegaron a pie durante el Pleistoceno Superior. Dicho así ya se lee distante, pero aquilate: el Pleistoceno —que, por cierto, etimológicamente significa ‘lo más nuevo’— se divide en cuatro edades, y la última, la Superior, también llamada Tarantiense o Tarantiana, es la más próxima a nosotros: inició hace 129 mil años y concluyó hace apenas 11,784 años. Los sapiens comenzaron a plagar este continente hace unos 22 mil años —si a usted le enseñaron que fue apenas hace 14 mil años, cheque este estudio publicado en Science en septiembre del año pasado—.

 

Adanes y Evas

No sé a usted, pero a mí en la escuela me dijeron que en Tepexpan —municipio mexiquense de Acolman—, en 1947, habían sido descubiertos los huesos de un señor; que ese señor había muerto hacía unos diez mil años y que en vida se había dedicado a cazar mamuts. Durante décadas se tuvo como verdad histórica que el esqueleto de aquel amigo era el vestigio humano más antiguo hallado en el territorio que hoy ocupa nuestro país. Sin embargo, un buen día Santiago Genovés probó que el Hombre de Tepexpan no era hombre sino mujer; peor, un grupo de científicos ingleses demostraron que su antigüedad máxima es de sólo 7.6 mil años. Entonces, la Mujer del Peñón, localizada en 1959, con una antigüedad de 12,700 años, ocupó el lugar de la osamenta humana más antigua de México. El puesto de primera mexicana le duraría poco. A principios del siglo XXI, en una cueva inundada cerca de Tulum, Quintana Roo, se encontraron los restos óseos de un montón de animales —algunos del Pleistoceno, como un tigre dientes de sable y un tapir gigante— y de una sapiens. Se pudo determinar que aquella congénere murió hace casi 13 mil años. Fue nombrada Naia, y alcanzó una efímera fama como el fósil humano más antiguo del continente. En menos de un decenio fue desplazada por otra mujer, también hallada en una cueva subacuática en la península yucateca: la Eva de Naharon, quien vivió hace 13,600 años.

 

Líticos

Al finalizar el Pleistoceno, hace unos 12 mil años, los sapiens seguían siendo cazadores-recolectores. Con todo, ya era la única especie humana sobreviviente; las demás se habían extinguido. Al iniciar la época geológica en la que hoy vivimos, el Holoceno, vivíamos en la edad media de la piedra, el Mesolítico. 

 

Don Goyo

La Mujer del Peñón testimonia la presencia humana en la cuenca de México desde el Pleistoceno; su entorno posibilitaba la supervivencia de los homínidos, en buena medida gracias a la caza de megafauna. Pero don Goyo abrió un pequeño paréntesis: a lo largo de todo el séptimo milenio antes de la era cristiana, el Popocatépetl se puso bravo. Una capa de lava y ceniza volcánica lo documentan. Si hubo comunidades que decidieron permanecer en la cuenca, no queda huella de ello.

 

Precursores

Vuelto de nuevo el volcán a tiempos mansos, aquí, y también en otros puntos de Mesoamérica, se abrió un período de acelerado de cambios e innovaciones. Entre el 6800 y el 2500 a. C. comienzan a aparecer campamentos estacionales, se mejoraron las herramientas líticas, se desarrolla la cestería y comienza la domesticación de plantas que en adelante conformarían la base del mundo indígena: maíz, frijol, calabaza, chile, guaje, aguacate, amaranto, algodón… Aquí y en la región olmeca surge el sistema de chinampas y los hombres y mujeres, aliados con el agua, comienzan a construir civilización.

 

Indígenas

A partir de la diseminación de prácticas agrícolas y aldeas plenamente sedentarias comienza el mundo indígena mesoamericano. La arqueología marca su inicio —un período que denomina Preclásico temprano— hace cuatro mil quinientos años. “Cuicuilco, La Venta, Cacaxtla, El Tajín, Teotihuacan, Xochicalco, Mitla, Monte Albán, Tula… estos son los nombres baptismales de los antiguos mexicanos”, resume Carlos Fuentes en el primer episodio del documental El Alma de México. Cuatro mil años después, hace apenas medio milenio, ese mundo daría paso a otro.

 

Mestizos

Todo esto —y más— que en 2022 llamamos México fue durante exactamente tres siglos (1521-1821) espacio de acelerado mestizaje y explotación colonial: el Virreinato de la Nueva España.

 

Mexicanos

México, como Estado-Nación moderno, tiene sólo dos siglos de existencia. Nació como un Imperio, pero en un suspiro tomó la forma republicana que hasta ahora mantiene. Nosotros, como buena parte de los casi ocho mil millones de sapiens que habitamos el orbe, somos cada vez más mestizos. Todos seguimos siendo holocenos.

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