Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

miércoles, 19 de octubre de 2022

INEGI: casi 40 años (II)

  

Hace cuarenta años todo se oscureció un poco. El fenómeno fue planetario; el origen se localizó en suelo mexicano. Desde un sitio localizado entre Villahermosa, Tabasco, y San Cristóbal de las Casas, Chiapas, fueron inyectadas a la estratosfera siete millones de toneladas de dióxido de azufre y veinte millones de toneladas de cenizas. La nube de más de tres kilómetros de espesor formada por ese material flotó durante tres semanas a unos veinte mil metros de altitud, y llegó hasta la península indostánica. El fenómeno aminoró la luz solar que recibió la superficie terrestre al menos un 5%, lo cual causó que la temperatura media mundial se redujera medio grado centígrado.

 


Además de la erupción del volcán Chichón, acaecida durante los primeros días de abril de 1982, aquel año se percibió un fuerte temblor en el Distrito Federal —6.9 grados—: unos segundos antes de las cinco de la mañana del 7 de junio las ondas sísmicas procedentes de un punto cercano a Ometepec, Guerrero, despertaron a millones de capitalinos. 

 

El 17 octubre los periódicos informaban que el día anterior el cometa Halley, en su nuevo paso orbital por la Tierra, había sido avistado por primera vez desde el observatorio de Monte Palomar. Ese mismo día se dio a conocer un mega fraude contra Pemex.

 

No pintaba nada bien el cierre de año…

 

 

Flaco, ojeroso, cansado / Y sin ilusiones / Muere mi cuerpo, mi casa / No tengo pasiones…, cantaba Oscar Athie en el radio… 

 

“Al finalizar 1982, el país afrontaba la más grave crisis económica desde la Gran Depresión…”, se asegura en el Informe Anual 1983 del Banco de México. El recuento de los infortunios continúa: “… el Producto Interno Bruto cayó 0.5%, y la inflación llegó a 98.8%…”

 


— En su tienda favorita, bolsas grandes, cuentas chicas, variedad y economía… —
y después del jingle, la locutora:—. Galletas habaneras… Caja de un kilo de 240 a 152 pesos, en Gigante.

 

El Informe de Banxico reconocía también que “… las relaciones comerciales y financieras de México con el exterior se deterioraron seria y progresivamente…, el crédito externo llegó a interrumpirse, casi todas las empresas del sector privado suspendieron el servicio de sus deudas con el exterior, y las reservas de divisas del banco central del país prácticamente se agotaron”.

 


Después de Athie, bien podía entrar una de Yuri —Tómame, déjame, cómprame, véndeme / Átame, suéltame, quiéreme, olvídame—, y enseguida un anuncio que seguramente hoy los más jóvenes no van a entender —porque hace cuarenta años comunicarse con alguien radicado en otra ciudad, ya no digamos en otro país, costaba una fortuna—:

 

— Verdes son los dólares… —canturrea un fulano, la voz de Jorge Arvizu, El Tata.

 

— Tú, Alan Ladino, ¿multimillonario? ¡Pues de dónde!

 

— Pues ni modo que trabajando, ¡hombre! Es cuestión de ponerse listo. ¿Tú qué harías en un momento en que todo está carísimo?

 

— Ay, pues no sé.

 

— Pues yo sí sé. ¡Vendo llamadas de larga distancia a mitad de precio! Uso cualquier teléfono, y ya está.

 

— Pero… ¿cómo?

 

— Cómo cómo… Con tanto teléfono sin Protectolada me estoy levantando una millonada.

 

 


Después de la devaluación de febrero de 82 —de 22 a 70 pesos por dólar—, la caída no se detuvo… Lo que se quería transitar como un desliz iba para batacazo y lo fue. El Informe Anual 1983 de Banxico aducía que el desastre del mercado cambiario no era un problema de coyuntura, sino que se debía a “desequilibrios… acumulados en años anteriores…”, lo cual era una forma de decir que el modelo de desarrollo estaba agotado y que, por tanto, habría que cambiarlo. Al 30 de diciembre, la cotización promedio del tipo de cambio libre se había disparado a 150 pesos por dólar, esto es, una depreciación anual de 466%.

 

— ¡Con Motitas de sabores haces bombas grandes de todos colores! —celebra el dibujo animado de un leopardo en la pantalla de la televisión, antes de aventar un montón de chicles al aire.

 

El 1º de enero de 1983, bonito comienzo, se establece un impuesto adicional a los precios por consumo de electricidad: un peso extra por cada kilowatt-hora, como parte de la reordenación para liberar del subsidio gubernamental a las tarifas eléctricas. Cuatro días después, se autoriza un aumento de 16% a 24% en los precios del huevo, el arroz, el aceite comestible y la sal.

 

 


Hace cuarenta años el mundo era bipolar. En noviembre del 82, tras el fallecimiento del ucraniano Leonid Brézhnev, asumiría el mando de la URSS Yuri Andrópov —fugazmente, porque tan sólo quince meses después moriría—. El antagonista geopolítico de los soviéticos, Estados Unidos, era gobernado por un actor de cine, Ronald Reagan, quien, junto con su par inglesa, la señora Thatcher, impulsaba la globalización y el modelo neoliberal.

 

— ¡Venga a donde está el sabor! ¡Venga al mundo Marlboro! Con Marlboro cortos, 62 pesos cajetilla.

 

 


Dada la situación de emergencia, las condiciones establecidas por los organismos financieros internacionales y las medidas tendientes al cambio de política económica fueron puestas en marcha en México sin mucho tiento. “De las diversas modificaciones cualitativas de fondo sobre la estructura económica, una de las más significativas debería ser el cambio en la composición del gasto público”, se señalaba en el Informe Anual 1983 de Banxico. En el directorio del documento, como presidente y vicepresidente propietarios de la Junta de Gobierno fungían los secretarios de Hacienda, Jesús Silva Herzog Flores, y de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, respectivamente, y como uno de los miembros suplentes Pedro Aspe Armella, quien entonces también presidía el recién creado Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.

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