Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

lunes, 8 de mayo de 2023

El rey del taco

  

A un sociólogo decepcionado.

 

 

 

 

1

 

Últimamente he escuchado a mucha gente preguntarse cómo es posible que Fulanito o Zutanita piensen y digan tal o cual cosa, usualmente una sandez. Ocasionalmente la sorpresa puede ser colectiva. El sábado, para no ir más lejos, un señor que en Twitter se presenta como Fer Doval, y se ostenta como consejero nacional, secretario de Estudios y vicepresidente político del PAN, diputado y politólogo (ITAM), subió a la red la siguiente chorrada:

Leo con asombro que muchos simpatizantes de AMLO critican a la monarquía británica por anacrónica y ostentosa, pero no dicen nada de que un presidente republicano haya decidido vivir en un palacio virreinal repleto de lujos.

Podría haberle contestado que Palacio Nacional no se convirtió en la vivienda de la familia del presidente, sino que una pequeña parte del inmueble, la cual, además, al menos desde Calderón, ya se usaba como residencia alterna. O también que los gastos de la oficina de la Presidencia respecto a la anterior administración han disminuido más de 80%. O que antes de 2018 nos costaban las oficinas y la vivienda de los presidentes en Los Pinos y en Palacio Nacional, y ahora sólo en el segundo sitio… Pero hubiera sido absurdo argumentar en ese talante. Mejor escribí:

A ver, te lo explico con un argumento a tu nivel de comprensión: Vivir en un área del Palacio Nacional te quita lo republicano tanto como echarte unos tacos en El Rey del Taco te convierte en monarquista.

Y anexé una foto del negocio —Ermita Iztapalapa 276, San Lucas, CDMX—.

 


 

2

 

Hace casi cuarenta años, Luis Villoro (1922-2014) publicó El concepto de ideología y otros ensayos (FCE, 1985). El libro fue editado por otro catalán, Martí Soler (1934-2018). Don Luis, discípulo de José Gaos, explica que puede haber “dos tipos de explicación de una misma creencia”. Esquematiza:

Si pregunto ¿por qué S cree que E (“E” está en lugar de cualquier enunciado)?, puedo dar dos clases de respuestas: 1) Señalar las razones (en el sentido de “fundamentos”, “evidencias”, “justificaciones racionales”) que tiene S para aceptar (o aseverar) E. 2) Señalar las causas o motivos que indujeron a S a aceptar (o a aseverar) E.

Supongamos que S es Jovita Gomis de González, vecina toda ella y de toda la vida de la colonia del Valle, en la Benito Juárez de la CDMX, ama de casa, católica, panista y devota esposa del ingeniero Román González. Y supongamos que Ees algo que a la señora Gomis le encanta repetir a la menor provocación: “López es un dictador que quiere perpetuarse en el poder”. Animémonos ahora a preguntarnos ¿por qué ella cree y propaga que López Obrador es un falso demócrata —puesto que ha repetido hasta el cansancio que él es anti-reeleccionista y que en 2024 quiere irse a su rancho y retirarse de la política— que pretende mantenerse de por vida en la silla presidencial? Hay dos tipos posibles de respuesta. Primero, aduciendo algo que para ella sea una razón, por ejemplo:

 

— Ella sabe que el presidente es el político en activo con mayor aprobación del país, y, piensa que todo político busca el ejercicio del poder; luego, concluye que sería un acto contra natura que AMLO tirara a la basura su capital. 

 

Un ejemplo del segundo tipo de respuesta, y en este caso seguramente parecerá mucho más verosímil, podría ser:

 

— La señora Jovita se despierta oyendo a Ciro y en la tarde no se pierde a Pepe Cárdenas. Además, los González tienen suscripción al Reforma.

 

El ejemplo de Villoro no apela a situaciones tan a la mano y cotidianas como esta. Él usa de S a Platón, y E es la creencia en la inmortalidad del alma. ¿Por qué el filósofo griego creía en el alma inmortal?

Puedo dar dos respuestas: mencionar los argumentos filosóficos del Fedón para probar la inmortalidad del alma, los cuales funcionan como razones en las que se funda el enunciado “el alma es inmortal”, o bien indagar en la educación recibida por Platón, en su psicología o en las influencias sociales a que estuvo sometido, las causas que lo empujaron a creer en un alma inmortal y a aceptar esos argumentos…

Las dos explicaciones “se mueven en planos diferentes”, aunque “no se excluyen ni contraponen” necesariamente. Las explicaciones por razones aluden a la verdad o falsedad del enunciado (E). Si hay razones objetivamente suficientes, el sujeto (S) cree y sabe que E. “La necesidad obvia de otra explicación aparece… cuando las razones aducidas para fundar un enunciado se juzgan insuficientes… Entonces surge la pregunta: Si S cree que E, y no tiene razones suficientes para justificar E, ¿por qué entonces llegó a esa creencia? Para que considere necesario plantear esa pregunta, debo negar o dudar de la verdad de E.” Las explicaciones entonces tienen que ser de la segunda clase. Y a partir de aquí hablaríamos ya de ideología.

 

 

3

 

El mensaje del politólogo itamita coloca a “los simpatizantes de AMLO” como críticos del monarquismo, mientras que él queda —y él es consejero nacional del PAN— como su apologista. Dudo que le convenga a su partido evidenciar así su conservadurismo, pero más allá, ¿cómo es posible que el señor Doval piense que AMLO vive “en un palacio virreinal repleto de lujos”?

 

En este caso ninguna de las dos clases de respuestas que ofrece Villoro nos sirve. ¿Por qué? Porque en ambas se parte de la premisa de que lo que S dice es igual a lo que S piensa, y me parece palmario que la afirmación es tan tonta que S no sólo no tiene razones para justificarla, sino que, además, sabe que no es verdad. O dicho en corto: S miente.

 

Cuando creemos que tenemos una diferencia de pensamiento con alguien por lo que dice, primero conviene reflexionar qué tan posible es que lo que esa persona está diciendo empate con su pensamiento. A veces se estira tanto la cuerda de las falacias que la argucia hace pasar al mentiroso como un tonto. Quizá no lo sea, quizá sólo nos considera muy tontos a sus interlocutores. A veces podemos suponer que esa persona está obligada a decir algo que no piensa —un lector de noticias, por ejemplo—. En fin, si partimos de que no hay correspondencia entre lo que dice y lo que piensa la persona con la que creemos discrepar, aceptemos al menos que no hay piso suficiente para discutir. Eso sí, si tienes ganas y crees que vale la pena, se puede intentar evidenciar al mentiroso.

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