Il vecchio mondo sta morendo.
Quello nuovo tarda a comparire.
E in questo chiaroscuro nascono i mostri.
Gramsci, Quaderni del carcere.
Extrañamos a los grandes porque el mundo se vuelve más ininteligible sin ellos.
Extraño a Chomsky. Ya no es posible verlo emanando luz. Hace poco más de dos años, por medio de videoconferencias y sobre todo de sus intervenciones en cualquier cantidad de podcast, todavía nos regalaba frecuentemente sus saberes. Pelo enmarañado, el rostro surcado, benévolo, un gesto exhausto e incisivo, y esa voz de abuelo lúcido con la que era capaz de explicar, con sencillez, gravedad y humor, las perversiones más intrincadas del imperialismo, las mañas de la ideología capitalista, los conflictos geopolíticos o las complejidades de la lingüística.
Y es que, como quizá sepa usted, en junio de 2023, con 94 años a cuestas, Chomsky sufrió un ictus por el cual perdió el habla y la movilidad en el lado derecho del cuerpo. Desde entonces, ha estado convaleciente en São Paulo, Brasil, bajo el cuidado de un equipo médico y de su esposa, la lingüista Valeria Wasserman. Hace un año, corrió el rumor de que había muerto. Varias agencias así lo reportaron y luego tuvieron que corregir. Chomsky está vivo, pero en silencio. Está consciente, reconoce rostros, sigue las noticias y, dicen, reacciona con dolor cuando ve imágenes del genocidio en Gaza. Pero su mente ya no nos ilumina, al menos no en tiempo real. Ya no nos acompaña día a día. Por eso lo echo tanto de menos.
Desde años antes de la pandemia, Noam Chomsky no perdía ocasión para hacernos saber que, si bien la historia jamás se repite, la humanidad se encuentra en un atolladero muy parecido al que se vivió en el período que abarcó de la Gran Depresión hasta el estallido de la II Guerra Mundial. A principios de 2021, Chomsky recordó que al inicio de los años treinta del siglo XX, el sistema colapsó por una depresión económica.
… se presentaban esencialmente dos posibles vías para salir del atolladero. Una salida era el fascismo, el cual alcanzó su horrible apogeo el país que entonces era la cumbre de la civilización occidental en las ciencias, en las artes, el país que era considerado el modelo de la democracia liberal: Alemania. En unos pocos años, ese país se convirtió en lo más atroz de la historia. La otra posible salida era la social democracia que se desarrollaba en Estados Unidos bajo el New Deal, con el apoyo de un tremendo empuje y presión popular.… No estamos en 1929, pero hay algunas similitudes y creo que podríamos encaminarnos a cualquiera de esas dos salidas.
En suma, más democracia o los horrores fascistas, advertía Chomsky. Hoy, cuatro años más tarde, ¿hacia qué lado se está cargando el péndulo?
Hace apenas unos días en estas páginas, con la intención de ejemplificar la desvergüenza que estamos padeciendo en buena parte de los gobiernos de Occidente, señalaba yo el colosal descaro que tuvo el republicano Buddy Carter, para atreverse a presentar ante el Comité Noruego del Nobel la candidatura de Trump para el Premio Nobel de la Paz… Pues los hechos pronto minimizaron ese botón de muestra, porque, como seguramente usted supo, el criminal de guerra y primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, acaba de hacer lo mismo: pedir el Nobel de la Paz para el presidente yanqui. Belén Fernández, columnista de Al Jazeera, lo expresó así: “… quien actualmente impulsa y comanda el genocidio de palestinos en Gaza ha propuesto que el máximo galardón mundial por la paz se otorgue al principal facilitador de dicho genocidio”.
¿Cómo ven? ¿Hacia dónde se dirige el planeta, más democracia o fascismo?
Un suceso más: el jueves pasado, el secretario de Estado estadunidense, Marco Rubio, anunció que Washington sancionaría a la relatora especial del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos, Francesca Albanese, por sus esfuerzos para que la Corte Penal Internacional actúe y tome medidas contra funcionarios, empresas y ejecutivos estadunidenses e israelíes. O sea, y en pocas palabras: un país contra una persona. Y no cualquier país: el más poderoso del mundo. Y no contra cualquier persona: una funcionaria de la ONU.
¿Más democracia o fascismo?
Otro más: el mismo jueves 10 de julio, en abierta y declarada represalia por el juicio al expresidente de derechas Jair Bolsonaro, al que considera víctima de una “caza de brujas”, Trump ordenó la imposición de aranceles del 50% a Brasil.
¿Más democracia o fascismo?
Uno más… Trump declaró, también el mismo día, que había advertido por separado al presidente ruso, Vladimir Putin, y al presidente chino, Xi Jinping, que bombardearía sus respectivas capitales, Moscú y Beijing, si cualquiera de ellos invadía a sus vecinos.
Y una más, esta desde trasatlántica: el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, declaró la semana pasada que Alemania podría desarrollar una bomba nuclear “en pocos meses”, pues el país dispone de la tecnología, uranio y conocimientos necesarios.
¿Más democracia o fascismo?
Regreso al paralelismo que estableció Chomsky entre el período que va de la Gran Depresión y el inicio de la II Guerra Mundial… En 1929, Ortega y Gasset publicó La rebelión de las masas; refiriéndose a los años treinta del siglo pasado, reportaba: “Ahora ya no sabemos lo que va a pasar mañana en el mundo, y eso secretamente nos regocija; porque eso, ser imprevisible, ser un horizonte siempre abierto a toda posibilidad, es la vida auténtica, la verdadera plenitud de la vida”.
Como ahora. Esa es la veta de esperanza: las cosas no van a seguir igual. Sí, la historia no se repite, pero la experiencia sirve. Recordemos que en México hace muy poco, apenas hace siete años, logramos cambiar el rumbo de los acontecimientos justo cuando todo parecía estar yéndose al garete. Como pasa ahora allá afuera, aquí, en el mundo.
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