Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 21 de septiembre de 2025

Huevos chilangos

  

Terrícolas

 

Primero prepara la salsa: licúa dos tomates con un pedazo de cebolla y tres dientes de ajo: sofríes con un poquito de aceite, sal y pimienta hasta que espese un poco. En otro sartén fríes unas rodajas de plátano macho maduro; que queden doraditas y crujientes. Aparte, saltea un poco de jamón en cubitos y unos chícharos cocidos. Las tortillas las fríes rápido en aceite para que no se rompan, y les untas frijoles refritos. Encima de cada tortilla montas un huevo estrellado, bañas con la salsa, y luego les pones el jamón con chícharos, las rodajas de plátano y, al final, queso fresco desmoronado. ¿Qué cocinamos? Unos huevos motuleños, motuleños como Felipe y Elvia Carrillo Puerto…

 

Motuleño no aparece en el diccionario de la RAE, pero sí en el Diccionario del español de México del Colmex: “que es natural de Motul o se relaciona con esta ciudad yucateca”. Motuleño es, pues, como hidrocálido, de Aguascalientes, un gentilicio, igual que tapatío —de Guadalajara—, guachochense —de Guachochi, Chihuahua—, regiomontano —de Monterrey, Nuevo León—, zapotlanejense —de Zapotlanejo, Jalisco—… Armadillenses son los oriundos del municipio de Armadillo de los Infante, y son también potosinos, como todos los oriundos del estado de San Luis Potosí, México, y como la gente de Potosí, Bolivia. Y con un margen de error que me parece despreciable podría decir que usted y yo y cualquier persona que conozca y nos quede por conocer compartimos un gentilicio: terrícola.

 

 

Gentilicio

 

La RAE da cuenta de tres acepciones para el vocablo gentilicio:

1. adj. Dicho de un adjetivo o de un sustantivo: Que denota relación con un lugar geográfico. 

2. adj. Perteneciente o relativo a las gentes o naciones.

3. adj. Perteneciente o relativo al linaje o familia.

Lugar geográfico, gente, nación, linaje o familia…  Probablemente para usted, lector, los gentilicios que denotan una relación con un lugar geográfico sean los más conocidos: estadounidense, rusa, constantinopolitana, coyoacanense… Claro, también hay gentilicios que se refieren a la pertenencia a un grupo familiar, tribal o dinástico: levita —perteneciente a la tribu de Leví—, judío —de la tribu de Judá—, carolingio —de la dinastía de Carlomagno—, cadmeida—descendiente del fenicio Cadmo, el fundador de Tebas—, etcétera.

 

 

Gente

 

La palabra gentilicio tiene sus raíces en el latín clásico gentilicius, que a su vez deriva de gentilis, con significado primario “que pertenece a un mismo linaje”. El vocablo tiene su núcleo en la voz latina gensgentis, que designaba la tribu, familia, estirpe o cepa. Por supuesto, gentilicio y gente comparten la misma raíz: gens, gentis, que se refería a un grupo de personas con un mismo origen o ascendencia —por ejemplo, la gens Julia era el clan familiar al que pertenecía Julio César—.

 

En la antigüedad romana el gentilicium tenía un significado diferente al actual. En lo absoluto se refería al lugar de origen de una persona, sino al nombre del linaje al que pertenecía un varón. Este nombre formaba parte del tria nomina, sistema onomástico que incluía el praenomen (nombre personal), el nomen gentile (nombre del clan) y el cognomen (apellido familiar). El gentilicium era, por tanto, un elemento identitario que conectaba al individuo con su progenie ancestral.Gentilicio se refería al linaje, no al origen geográfico. Por eso, además del gentilicium, los romanos empleaban la origo, un “indicador de procedencia u origen”, utilizado hasta la época de los Severos. Este término hacía referencia al lugar geográfico de procedencia, complementando la información genealógica. El concepto de natio también jugaba un papel en la denominación de origen. Derivado de nāscor (nacer), natio podía significar nacimiento, pueblo en sentido étnico, especie o clase. Es significativo que en los escritos latinos clásicos se contraponían las nationes, pueblos bárbaros no integrados al Imperio, con la civilitas (ciudadanía), estableciendo una distinción entre el origen étnico-cultural y la pertenencia política.

 

 

Huevos chilangos

 

La gente de la Ciudad de México tiene —tenemos— un gentilicio descontinuado: ya no somos defeños sencillamente porque el DF, el Distrito Federal, el sábado 30 de enero de 2016 dejó de existir. En julio del año siguiente —Chilangos sí, mexicas nel— yo apuntaba: “Según la RAE, para los naturales de la capital de la República Mexicana el gentilicio que nos toca es mexiqueño. A diferencia del horrible mexiquense que sí usa la gente del Estado de México, no conozco a nadie que se diga mexiqueño —más feo— o se refiera como tal a un capitalino…”

 

El gentilicio mexiqueño, en efecto, figuraba en el Diccionario panhispánico de dudas de la RAE, en cuya segunda edición lo definía como “el gentilicio de los naturales de la capital del país”. Desde su primera aparición, la palabreja enfrentó duras críticas por su casi nulo uso. La lexicografía académica proponía un neologismo de formación impecable, pero sin vitalidad en el habla. La supresión de mexiqueño culminó a finales de 2022.

 

En realidad, no es necesario darle muchas vueltas al asunto: chilango se impone. La Academia Mexicana de la Lengua establece que “el vocablo chilango designa a los habitantes de la Ciudad de México, ya sea a los nacidos ahí como a aquellos que se han asentado en ella”. Por su parte, en su aludido diccionario, el Colmex define: “que es originario de la Ciudad de México, que pertenece a esta ciudad o se relaciona con ella; capitalino”. Un estupendo gentilicio, que se establece no sólo por oriundez y pertinencia, sino también por pura relación.

 

Termino aceptando que resulta una pena para la CDMX que no existe una receta oficial o más o menos reconocida llamada “huevos chilangos”, como sí hay los motuleños o los rancheros y, por supuesto, los huevos a la mexicana. Hay hasta huevos divorciados, tirados y aporreados… Va pues la propuesta para que el gobierno de la CDMX convoque cuanto antes a un concurso a bien de llenar ese feo vacío en nuestro menú. Seguro Alejandra Frausto podría organizar muy bien el certamen. 

 

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