Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

miércoles, 16 de julio de 2014

La creación de Gonzalo Guerrero

Gonzalo Guerrero no fue una persona, es un personaje, una creación producto de cinco siglos de trabajo de ficción colectiva. Estatuas, películas, pinturas, cientos de páginas que narran sus aventuras y tratan de explicar su conducta forman parte de una gran invención en la que ha participado mucha gente. Más incluso: se han escrito un montón de novelas históricas sobre Gonzalo Guerrero, fabulaciones tramadas a partir de una ficción que se asume como verdad histórica. Aunque existen algunos asideros historiográficos de los cuales se prende el personaje, es un hecho que no contamos con testimoniales que permitan acreditar la existencia de Gonzalo Guerrero. Antes bien, es factible marcar la ruta de la creación del personaje.

¿Cuál es la trama elemental de la “historia” de Gonzalo Guerrero? En 1511, una carabela partió del Darién, ubicado en el istmo de Panamá, con rumbo a La Española. La nave naufragó, y sólo un reducido grupo de españoles logró salvarse a bordo de una pequeña barca, la cual fue a parar a las costas orientales de Yucatán. Ahí, los mayas apresan a todos los europeos, a algunos los sacrifican y se los comen… Muy pocos logran escapar. Sólo dos se salvan: Jerónimo de Aguilar —él sí un personaje histórico— y Gonzalo Guerrero. El primero fue reapresado y esclavizado por los indígenas, hasta que en 1519 Hernán Cortés lo rescata. Gonzalo se integra a la sociedad maya, tiene hijos con una nativa y años después opta por pelear en contra de los ibéricos, para defender a su familia.

¿Qué se sostiene con certeza historiográfica? La única fuente “directa” que tenemos es Hernán Cortés, y entrecomillo porque el conquistador extremeño jamás vio al personaje y nunca lo llamó así, Gonzalo Guerrero. La primerísima referencia respecto a la posible existencia en Yucatán de otros sobrevivientes del naufragio de 1511, además de Aguilar, aparece en la Carta del cabildo que en julio de 1519 Cortés despacha a Carlos V, para contarle los primeros episodios de la conquista de México-Tenochtitlán. Días después de haber desembarcado en Cozumel, los indígenas informaron “que unos españoles estaban siete años… cautivos en el Yucatán en poder de ciertos caciques”. Cortés convence a algunos mayas para que, en su representación, se internen en tierra firme en busca de los cristianos y consigan su libertad. Pocos días después —principios de marzo de 1519—, “vimos cómo venía… uno de los españoles cautivos que se llama Jerónimo de Aguilar, el cual nos contó la manera cómo se había perdido y el tiempo que había que estaba en aquel cautiverio […]. De este Jerónimo de Aguilar fuimos informados que los otros españoles que con él se perdieron en aquella carabela…, estaban muy derramados por la tierra, la cual nos dijo que era muy grande, y que era imposible recogerlos sin estar y gastar mucho tiempo en ello”. Subrayo: alude a más de un náufrago y no habla de ningún Gonzalo. No será sino hasta quince años después que Cortés mencione, además de Aguilar, a otro de los náufragos. En uno de los interrogatorios del juicio de residencia al que fue sometido, el conquistador recuerda a Aguilar y alude específicamente a otro español, pero no lo llama Gonzalo: “… el otro, un Morales, el cual no había querido venir porque tenía ya ordadas las orejas, y estaba pintado como indio, y casado con una india, y tenía hijos con ella”.

Dos años después del testimonio de Cortés, nuestro personaje va adquirir el nombre con el cual trascenderá hasta nuestros días, y lo hace en calidad de cadáver: Andrés de Cereceda, gobernador de Guatemala, notifica en 1536 que en acción punitiva contra los mayas, “con un tiro de arcabuz, se había muerto un cristiano que se llamaba Gonzalo Azora, que es el que andaba entre los indios en la provincia de Yucatán veinte años ha y más”. Así que en su Historia general y natural de las Indias de 1542, Gonzalo Fernández de Oviedo ya se refiere a “un Gonzalo, marinero”, a quien presenta como un guerrero y a quien responsabiliza de la organización de la defensa de los mayas en contra de las fuerzas del adelantado Francisco de Montejo, en su primer intento de conquistar Yucatán (1528). La pelota queda puesta para que Francisco López de Gómara llegue en 1552 y no perdone: en su Historia de las Indias y la conquista de México le pone apellido al personaje: “Gonzalo Guerrero, marinero que está con Nachancán, señor de Chetemal, el cual se casó con una rica señora de aquella tierra, en quien tiene hijos, y es capitán de Nachancán, y muy estimado por las victorias que la gana en las guerras…”


Para 1568, cuando Bernal Díaz del Castillo escribe su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, el relato de Gonzalo Guerrero ya ha terminado de germinar. Él, quien estuvo presente en Cozumel en la primavera de 1519, va más lejos: le da voz a Guerrero y documenta las razones que supuestamente le dio a Aguilar para no regresar con sus paisanos: “Hermano Aguilar, yo soy casado, y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras; íos vos con Dios, que yo tengo labrada la cara y ordadas las orejas. ¿Qué dirán de mí desque me vean esos españoles ir desta manera? E ya veis estos mis hijitos cuán bonicos son”. El fundador del mestizaje mexicano, en tanto personaje simbólico, estaba totalmente creado. 

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