19:00
Entramos a la Gare du
Nord de París a las siete en punto. Abarrotado, el enorme recinto alojaba
una profusa floresta de seres humanos: un gentiario —permítanme el vocablo—
en el que la diversidad genética se desplegaba en una plétora de rasgos, colores,
complexiones, alzadas… Simultáneamente, indumentarias, gadgets, modas, marcas… —la
dichosa globalidad cultural—, aparentemente, sólo en apariencia, homogeneizaban
la multiplicidad de trazas… Babélica, la vocinglería en francés se embarullaba
con árabe, inglés, español, turco, italiano, alemán, holandés, ruso…
— Bien, puntuales –celebré.
— Ajá –me respondió
Inés–…, media hora antes.
— Bueno, muy
puntuales.
— Demasiado…, y no se
puede ser demasiado puntual.
En nuestros e-Ticket
se precisaba el número de tren, el 9381; la hora de salida, 19:25; la clase,
segunda; el coche, el 16, y los números de asiento.
— Escucha, lo que dice
aquí: For safety reasons and to ensure the timely departure of trains, travelers
must be on the platform and ready to board their train no later than two
minutes before the scheduled departure time. Dos minutos.
— Bueno, mejor andar
holgados.
Localizamos una pantalla
que mostraba la marabunta de convoyes que estaba por salir. Apareció el
nuestro: el 9381 de Thayls con destino en Ámsterdam.
— Uy, retrasado.
— No dice cuánto
tiempo –dije y justo coincidió con que, desde las bocinas de la estación advirtieron
que nuestro tren saldría cuando menos 30 minutos tarde.
— Vamos a llegar a
medianoche. A ver si todavía hay camiones.
Coincidencia astronómica
Cualquiera sabe que el
Sol es mucho más grande que la Luna, pero qué tanto. La proporción es igual a
la que existe entre un balón y el largo de una cancha promedio de futbol (24
centímetros de diámetro y 96 metros, respectivamente). ¿Por qué entonces, desde
aquí y a simple vista, los vemos más o menos del mismo tamaño? Claro, la
respuesta está en las distancias…, más precisamente, en las proporciones entre
ambos tamaños y entre ambas distancias.
La distancia media
desde la Tierra hasta el Sol es de casi 150 millones de kilómetros. La Luna
está mucho más cerca, a 384.4 mil kilómetros. El caso es que la proporción que
existe entre ambas distancias, 390 a 1, es muy próxima a la que hay entre los
diámetros de ambos cuerpos celestes, 400 a 1. Gracias a esta coincidencia
astronómica es que en la Tierra podemos observar eclipses totales de Sol.
23:23
Además del retraso
inicial —partimos de París a las ocho de la noche—, por un accidente entre Bruselas
y Amberes, el tren tuvo que aminorar su marcha. Así que apenas habíamos salido
de Rotterdam cuando eran casi a las once y media.
— Ya le avisé a la del
Airbnb que llegaremos a medianoche.
— ¿Y qué dijo?
Inés me muestra su
teléfono y leo: que lamentaba el retraso del tren pero ella ya se iba a dormir,
que si ya no encontrábamos autobuses pidiéramos un Uber para que al menos
nos acercara, y que nos dejaría la llave bajo el tapete de la entrada.
— ¿Cómo que al menos
nos acerque?
— Recuerda –me
recuerda Inés-: la cabaña está a la orilla de un embarcadero.
— Good night.
You're going to Amsterdam, right? –bien trajeado, amable, un empleado de
Thayls se acerca a preguntarnos. Le respondo que sí. Nos pregunta si tenemos
auto o si pasará alguien por nosotros a la estación.
— No. We will take
a bus.
Corrobora entonces que
cuando lleguemos probablemente ya no habrá camiones operando: — What area of
Amsterdam are you going to?
Inés le muestra el
domicilio del Airbnb: Veenderijgouw 27, Broek in Waterland, Noord-Holland
1151, Netherlands. El hombre dictamina que nuestro destino está fuera
de Ámsterdam, aunque también al norte, como la estación central… Llegar nos
tomará al menos una hora, estima.
— Anyway, bus or
Uber, it seems to me that you'll have to walk some distance.
Caminar cierta
distancia…, a medianoche y con maletas. El señor nos informa que,
dado el retraso, si tenemos que pedir un Uber, su compañía resarciría el importe,
y sigue atendiendo al resto de los pasajeros.
Eclipse
Cierta ocasión en
Anatolia, cuenta Heródoto (c. 484 – 425 a. C.), las fuerzas del fiero
Ciáxares se hallaban en la batalla más atroz de la invasión a Lidia, cuando “de
improviso el día se tornó en noche”. El prodigio aterró a medos y lidios, así
que decidieron acordar la paz (Historia; I, 74).
También por Heródoto sabemos
que Tales de Mileto (c. 624 – 546 a. C.), “había predicho esta pérdida
de luz diurna, fijándola dentro del año en el que efectivamente ocurrió.” La
ciencia confirma que el 28 de mayo de 585 a. C. aconteció un eclipse solar
total; sin embargo, una constelación de astrónomos contemporáneos ha debatido
durante décadas si Tales pudo o no haber predicho el fenómeno, toda vez que no
hay evidencia de que los helenos tuvieran los conocimientos suficientes para
hacerlo —no conocían los llamados ciclos de saros—. Algunos piensan que Heródoto
se refería a un eclipse lunar, que debió haber resultado también impresionante.
En dado caso, la batalla habría sucedido el 4 de julio de 587 a. C. También,
por supuesto, pudo ser que la predicción errónea de Tales —errónea porque
no tenía elementos para haberla realizado correctamente—, haya coincidido con el
hecho: coincidido por pura coincidencia.
00:02
El convoy hizo alto
total. Los pasajeros ya estábamos de pie, equipaje en mano. Primera vez que
estábamos en Ámsterdam. Bajamos del vagón y lo primero fue seguir a la mayoría,
pero tan pronto del andén ingresamos a la estación la gente comenzó a
dispersarse. Toda la señalética estaba en holandés. Siguiendo al grupo más
nutrido llegamos a unos torniquetes. Para continuar, ¿salir?, las personas
presentaban sus celulares a los aparatos.
— ¿Serán los boletos
de los camiones?
— ¿Dónde los
compararían? No vi que pasáramos por ninguna taquilla.
Desandamos nuestros
pasos en busca de otra salida, de una taquilla, de orientación, pero en un
santiamén todo estaba desierto, todo cerrado, ni un alma y ningún letrero nos
hacía el menor sentido… Justo en ese instante de atasco, de falta de decisión
sobre qué hacer, apareció atrás de una escalera, solo y a paso veloz, el empleado
de Thayls que hacía un rato nos había explicado en el tren que podíamos pedir una
devolución en caso de que tomáramos un Uber. Casi corrí hacia él.
Coincidencia cósmica
El Sol es 400 veces
más grande que la Luna, y se localiza casi 400 veces más lejos de la Tierra que
aquella. Gracias a esa coincidencia, decíamos, podemos ver eclipses totales de
Sol. Gracias a esas proporciones espaciales, y además gracias a otra
coincidencia temporal: nos tocó el período durante el cual tal combinación de
relaciones ocurre. Ni siempre ha sido así ni siempre será así, porque ni las dimensiones
de los tres cuerpos ni las distancias entre ellos se mantienen fijas.
Hace unos 4,650
millones de años se formó la estrella enana amarilla que llamamos Sol;
cien millones de años después, la Tierra, y tuvieron que pasar otros 50
millones de años para que apareciera la Luna. En este amplio espectro de tiempo,
únicamente a lo largo de 100 millones de años se dan las circunstancias para
que, desde nuestro planeta, se pueda observar que el disco lunar oculte casi a
medida al Sol. Si el tiempo que han coexistido el Sol, la Tierra y la Luna lo dimensionamos
como las últimas 24 horas, el lapso durante el cual pueden apreciarse eclipses solares
totales comenzó hace apenas 16 minutos y durará otros tantos.
Para no repetir, en
lugar de “coincidencia astronómica”, titulo este apartado “coincidencia
cósmica”. Pero nada más termino de teclear, me trabuco. En principio, cosmos es
lo opuesto a caos, y el caos se refiere, precisamente, al estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación
del cosmos. Caos es desorden, desbarajuste, desconcierto, y cosmos es orden,
armonía, concierto. Entonces, ¿puede haber coincidencias cósmicas? La frase es
tautológica: en el cosmos, todo coincide con todo, necesariamente.
00:04
Que sí, para salir de
la estación había que pasar por los torniquetes. Preguntamos al amigo de Thayls
en dónde debíamos comprar los boletos de autobús o de lo que fueran para pasar
por ahí. Tardó un poco en entender nuestra confusión, que le causó cierta
gracia: lo que teníamos que presentar eran los pasajes del tren, con los que habíamos
viajado de París a Ámsterdam.
—
But you are right, I don't think that is mentioned
anywhere.
Una
vez franqueados los torniquetes, explicó, había que subir a los paraderos de
los autobuses, que ahí veríamos unas escaleras, some stairs… Pero no
había unas escaleras, sino varias, cinco, seis, hacia distintas direcciones. Y otra
vez: nadie en el sitio, todo en holandés y los minutos corriendo…
— Pues subamos por
cualquiera, con suerte le atinamos.
Optamos por las
primeras a la izquierda, y justo por ahí venía bajando una jovencita, la única
persona a la vista en medio de aquello que para nosotros ya era un laberinto de
ratones.
— Good night. Speak
English?
Hablaba, y preguntó si
podía ayudarnos. Le expliqué que necesitábamos tomar un autobús hacia Broek in
Waterland: — Is it this way?
No, no era: — Follow
me –bajamos de nuevo las escaleras y nos encaminó hacia otras, en el otro extremo:–
You have to take the bus 24, Edam-Hoorn. Good luck!
Coincidencia sísmica
Septiembre 7, 2017;
23:49 con 18 segundos. 58 kilómetros bajo tierra, en un sitio localizado 133
kilómetros al suroeste de Pijijiapan, Chiapas, surgió una fuerza telúrica que de
inmediato se propagó… Minutos después llegó a la Ciudad de México. Gracias a la
alerta sísmica, mucha gente, entre atemorizada y escéptica, la mayoría empijamada,
la esperábamos en la calle. Unos ni despertaron o siguieron en lo suyo, algunos
concentrados en algo importante o absortos en la tele o en un libro o en un
cuerpo ajeno… Pero una buena parte de los habitantes de la Cuenca de México, más
de veinte millones, vivimos algo más que un sustito. A muchos, el sismo —8.2
grados y tres eternos minutos con prolongadísimos 40 segundos— nos hizo
recordar el 19 de septiembre de 1985…
— ¡Chale!, otra vez septiemble.
Doce días después,
otro evento haría que este se volviera una nimiedad.
El terremoto del 19 de
septiembre de 2017 me agarró comiendo tlacoyos en un tianguis. A las 13:14 el
banquito de plástico en el que estaba sentado pegó un brinco… La fuerza del
primer fustazo provocó un instante de silencio y una quietud contrastante:
¡encantados! Miradas fijas en el limitadísimo horizonte urbano, alientos
contenidos, Jesúses en la boca… ¿Está temblando? ¿Hoy? ¡No, no puede ser!
— ¡Síestátemblando!
Desde entonces, cada
19 de septiembre tememos otro, lo cual es totalmente irracional… Pues cinco
años después, justo el 19 de septiembre de 2022, a las 13:05 ocurrió un sismo. El
epicentro fue en las costas michoacanas. Se sintió horrible en la Ciudad de
México, no tanto por sus 7.7 grados, sino porque dejo la sensación de que
alguien o algo estaba jugando con nosotros.
00:06
Salimos a una noche
fría. Tres muchachos aguardaban ahí. Ningún autobús. Junto al carril, en una
pantalla se indicaba que en unos minutos saldrían el 314 y el 116…, del 14, nada.
Seguíamos mirando el monitor, sin decir nada…
— Do you need help?
–una voz queda a nuestras espaldas. Volteamos para hallarnos con una
viejita– Where are you going? -muy delgada, bajita, vestida con un
pantalón y una chamarra, llevaba nada más una maleta de rueditas. Nos sonreía.
— To Broek in
Waterland.
— Oh, me too! –respondió
alegre. Quizá tenía unos ochenta años.
¿También? ¡Qué
extraño! Le dije que tendríamos que pedir un Uber, porque al parecer ya no
saldría ningún 14…
— No, we can
take the 314. I’ll show you.
— Are you
sure?
Feliz contestó que sí,
que estaba segura, que ella vivía allí y que el 314 nos llevaría a Broek in
Waterland. Luego quiso saber si alguien pasaría a recogernos a la parada. Le
contestamos que no, que caminaríamos desde ahí…
—The address,
let me see –pidió, y después de leer el domicilio al que teníamos
que llegar concluyó tajante: se van a perder:– But don´t worry. I’ll show
you.
Inés le dio las
gracias y le preguntó su nombre. Christine, así se llamaba.
Pensamiento mágico
“La coincidencia, o
más bien, la experiencia de la coincidencia, desencadena pensamientos mágicos profundamente
arraigados”, afirma el neuropsicólogo inglés Paul Broks (“Are coincidences
real?”, Aeon, June 2023). A mí me parece que lo que realmente nos trastorna,
más que las coincidencias en sí mismas, es no saber por qué ocurren…, mejor: lo
que nos desconcierta es pensar que necesariamente suceden por alguna razón y no
conocerla, mucho menos entenderla. Para aliviar esa confusión, el pensamiento
mágico entra al quite.
00:12
Abordamos el 314.
Christine subió primero, presentó su identificación de adulto mayor y no tuvo
que pagar. Unos minutos antes nos había dicho que no sabía si nosotros podíamos
pagar los boletos a bordo. Cuando subimos, el conductor nos dijo algo en
holandés, saqué un billete de 20 euros y él lo rechazó. Christine intervino y
el operador, con una sonrisa enorme, ahora en inglés, nos dijo que pasáramos.
Tampoco pagamos nada.
El autobús venía casi
vacío. Ya sentados, Christine nos contó que venía de vuelta de Francia, que
allá vivía su único hijo y había estado con él algunos meses. Era una
coincidencia enorme que hoy precisamente hubiera regresado a casa.
Unos cuarenta minutos
después, Christine se levantó, y tecleó algo en una pantalla. Adelante, el
autobús se detuvo en medio de la nada. Ella dijo que ahí era.
Apofenia
En 1959, el neurólogo
y psiquiatra alemán Klaus Conrad (1905–1961) acuñó la palabra apofenia,
para mentar la percepción espontánea de conexiones y significados de fenómenos
no relacionados entre sí. La cuestión va más allá: el científico alemán
sostiene que durante las primeras etapas de la esquizofrenia se experimentan
episodios de apofenia.
00:58
Caminamos más de 20
minutos en la oscuridad. Cruzamos un par de canales a través de sendos puentes
de madera. Molestos, supongo, algunos gansos nos graznaron. Jamás vimos a nadie
en la calle, solamente hermosas casas con las luces apagadas. Varias veces le
pedí a Christine que ella se encaminara a su casa, que con el Google maps
podríamos hallar la forma de llegar. Ella replicaba que nos íbamos a perder,
que prefería acompañarnos. Tenía razón, sin su guía, seguramente nos hubiéramos
extraviado. Un par de calles antes de llegar al embarcadero aceptó, nos deseó
buenas noches, se dio la media vuelta y se perdió en la noche.
Coda
¿Las coincidencias
tienen un significado? Una cosa es preguntarse la causa de los sucesos y otra
muy distinta es preguntarse qué significan, y muchas ocasiones confundirlo
enciende el pensamiento mágico de las personas. Porque, piénselo, queriendo
hacerlo, le podemos endilgar un significado a todo.
Después de un par de
días de estancia, desocupamos el Airbnb en Broek in Waterland. Cuando nos
despedimos de la dueña del lugar, le conté la forma cómo habíamos llegado y le
pregunté si conocía a Christine, para pedirle que le agradeciera su ayuda. Para
tramar un cuento, podría narrar que la señora se puso lívida y que, balbuceando,
nos dijo que Christine era una vecina del lugar que había fallecido hacía más
de diez años. Pero no fue así: nos contestó que conocía a Christine, que era
una dama encantadora y que sí, efectivamente, habíamos tenido mucha suerte en
haber coincidido con ella.
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