Delirio
El padre del psicoanálisis pensaba que los mitos, la religión, muchas ideologías y en general buena parte de la cultura pueden ser entendidas como delirios colectivos. Según Sigmund Freud (1857-1939), la eficacia de tales “formaciones delirantes” no se sostiene ni en su coherencia lógica ni mucho menos en su correspondencia con la realidad concreta, sino que se explica porque encierran verdades afectivas e inconscientes, transmitidas y repetida desde las experiencias más primitivas del género humano.
Si uno toma a la humanidad como un todo y la pone en lugar del individuo humano aislado, halla que también ella ha desarrollado formaciones delirantes inasequibles a la crítica lógica y que contradicen la realidad efectiva. Si, no obstante, han podido exteriorizar un poder tan extraordinario sobre los hombres, la indagación lleva a la misma conclusión que en el caso del individuo: deben su poder a su peso de verdad histórico-vivencial, que ellas han recogido de la represión de épocas primordiales olvidadas (Construcciones, 1937).
Aquí Freud propone pensar a la humanidad como un sujeto colectivo, en paralelo con el individuo. Este planteamiento freudiano forma parte de una rica tradición de conceptualizaciones de la sociedad como una entidad que trasciende la suma de sus individuos. Conforme a esta perspectiva, las sociedades desarrollan conciencia, estructuras psicodinámicas, traumas…, en fin.
Espíritu
Hegel (1770-1831) desarrolló el concepto de Espíritu Objetivo, la conciencia colectiva de la sociedad. Para filósofo alemán, el Espíritu Objetivo abarca “el reino de las costumbres, instituciones, leyes, normas, prácticas, rituales, reglas y tradiciones de las culturas y sociedades”. No es simplemente la suma de conciencias individuales, sino una realidad autónoma que preexiste a los individuos y moldea su desarrollo. El Espíritu se autorealiza históricamente en las instituciones sociales, creando un universo simbólico que trasciende la experiencia personal. Para Hegel, la sociedad es la encarnación del Espíritu Objetivo, la realización histórica y normativa del espíritu libre y racional.
Voluntad
Ferdinand Tönnies (1855-1936) distinguió dos formas de voluntad colectiva: la Wesenwille (voluntad natural), una motivación orgánica e instintiva orientada hacia el bien comunitario de la Gemeinschaft (comunidad), y la Kürwille(voluntad racional), encaminada por el cálculo instrumental que determina el funcionamiento de la Gesellschaft(sociedad).
Conciencia
Émile Durkheim (1858-1917) desarrolló uno de los conceptos más influyentes para entender a la sociedad como sujeto colectivo. El sociólogo francés postuló que una sociedad posee una realidad sui generis que existe más allá de las conciencias individuales. La conciencia colectiva constituye “la totalidad de creencias y sentimientos comunes al promedio de los miembros de una sociedad, formando un sistema determinado que tiene vida propia”. Esta entidad psíquica colectiva no reside en las mentes individuales, sino que existe como un orden simbólico externo que moldea y constriñe el comportamiento de la gente. La conciencia colectiva se manifiesta a través de instituciones, rituales, leyes y otras prácticas culturales que trascienden la experiencia personal. Durkheim distinguió entre solidaridad mecánica, característica de las sociedades tradicionales en las que la conciencia colectiva es muy fuerte y homogénea, y solidaridad orgánica, propia de sociedades modernas en las que esta conciencia se vuelve más abstracta y requiere sistemas legales para mantener la cohesión social.
Falsa conciencia
Aunque Marx (1818-1883) no utilizó la expresión “falsa conciencia”, sí desarrolló conceptos relacionados con esta idea, como el de ideología y el fetichismo de la mercancía, los cuales explican cómo las sociedades generan representaciones distorsionadas de la realidad. Friedrich Engels (1820-1895) acuñó luego el término falsa conciencia, para referirse al fenómeno. Ambos pensadores describieron cómo el capitalismo produce formas invertidas de conciencia que ocultan las verdaderas relaciones sociales de producción. La ideología es un conjunto de ideas falsas que surge de las condiciones materiales de vida en sociedades capitalistas.
Inconsciente
Carl Gustav Jung (1875-1961) distinguió entre el inconsciente personal freudiano y un nivel de estructuras psíquicas universales compartidas por todos los seres humanos, al que llamó inconsciente colectivo. Según el psicoanalista suizo, además del personal, “existe un segundo sistema psíquico de naturaleza colectiva, universal e impersonal, idéntico en todos los individuos”. El inconsciente colectivo jungiano se integra por instintos y arquetipos universales —patrones universales y primitivos de pensamiento y comportamiento—. Jung aplicó esta teoría para analizar fenómenos masivos, como el surgimiento del nazismo, interpretándolo como una manifestación del inconsciente colectivo a través de la influencia de Wotan, el dios teutónico de las tormentas y la guerra.
Mente
Gustave Le Bon (1841-1931) analizó cómo las personas, al integrarse a una multitud, desarrollan una mente colectiva que funciona según principios diferentes a la racionalidad individual. Le Bon argumentó que en las multitudes “las aptitudes intelectuales de los individuos, y en consecuencia su individualidad, se debilitan. Lo heterogéneo es sumergido por lo homogéneo”. La multitud desarrolla características específicas: impulsividad, irritabilidad, incapacidad de razonar, ausencia de juicio crítico y exageración de sentimientos. El sociólogo francés argumentó que el alma colectiva opera principalmente a través del contagio emocional y la sugestión, haciendo que las multitudes actúen de maneras que los individuos aislados nunca lo harían.
Estructuras mentales
Claude Lévi-Strauss (1908-2009) desarrolló una teoría de las estructuras mentales colectivas que organizan la experiencia cultural humana. Influenciado por Jung, el antropólogo reinterpretó el inconsciente colectivo en términos lingüísticos y estructurales. Para Lévi-Strauss, la mente humana opera según una lógica estructural universal basada en oposiciones binarias, que se manifiesta en sistemas de parentesco, mitos y clasificaciones totémicas. Esta lógica no está sujeta a la realidad concreta, sino que constituye la estructura subyacente del pensamiento humano. Las culturas son manifestaciones de estas estructuras mentales colectivas, que forman parte del inconsciente colectivo, la unidad mental última de la humanidad.
Imaginación
Benedict Anderson (1936-2015) piensa que las naciones son comunidades imaginadas construidas socialmente a través de medios de comunicación y prácticas culturales compartidas. Argumentó que las comunidades nacionales son “imaginadas porque los miembros incluso de la nación más pequeña nunca conocerán a la mayoría de sus conciudadanos, ni los encontrarán, ni siquiera oirán hablar de ellos; sin embargo, en las mentes de cada uno vive la imagen de su comunión”. Esta imaginación colectiva se sostiene a través de instituciones como periódicos, novelas, censos, mapas y museos. El concepto de Anderson trasciende el nacionalismo para explicar cómo cualquier comunidad grande desarrolla formas de identidad colectiva que existen más allá de las relaciones interpersonales directas, incluyendo comunidades online y movimientos sociales contemporáneos.
Macroorganismo
Todas estas concepciones son metáforas que parten de un mismo símil: pensar a la humanidad como un sujeto colectivo, a un conglomerado de organismos como un solo macroorganismo. Por ello, vale recordar que el principal impulsor moderno de dicho símil, el naturalista y sociólogo Herbert Spencer (1820-1903), quien popularizó la visión de la sociedad como un macroorganismo, estableció límites claros a su planteamiento. Según Spencer, padre del darwinismo social, la mente en un organismo real reside y se concentra en una parte específica del cuerpo, mientras que en una sociedad no es una entidad centralizada, sino que está dispersa, repartida entre todos los individuos que la componen.
Nosotros
Al final, todas estas nociones —delirio colectivo, espíritu objetivo, conciencia común, voluntad social, inconsciente colectivo, mente de masas, estructuras mentales universales o comunidades imaginadas— apuntan hacia una intuición compartida: resulta imposible entender a la humanidad únicamente como una suma de individuos, pues está habitada por formas de pensamiento, deseo y memoria que la trascienden, que nos trascienden. Concebir a la sociedad como sujeto colectivo es una forma de reconocer que la vida de los humanos se despliega siempre en un entramado simbólico y afectivo que moldea lo individual. Esa es la paradoja: cada uno de nosotros es irreductiblemente singular, una identidad única modelada por el nosotros que nos precede, nos constituye y nos va a sobrevivir.