Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Gana de engaño


Who are you going to believe,
me or your own eyes?
Groucho Marx


Me resulta despampanante el ansia que mucha gente tiene de ser engañada por los mismos, y con el mismo cuento de siempre. Que conste, no hablo de personas que yo considere destacadamente tontas o ignorantes; de hecho, mi fascinación se acrecienta al observar la descomunal gana que perdura en muchos hombres y muchas mujeres inteligentes, e incluso bien informados, de que les sigan tomando el pelo.

Enfilados fatalmente hacia el próximo proceso electoral organizado para renovar la Presidencia de la República, se nos ha dejado ya venir encima el alud de mensajes con el cual, más que convencer al electorado, se pretende apabullarlo. Y no tengo en mente a todos los emisores; me refiero particularmente a quienes pretenden persuadirnos de que solamente hay un camino correcto, el del continuismo. Por ejemplo, escuché a Vicente Fox hacer precoz campaña en favor de quien será candidato del PRI, el señor Meade —ya a nadie sorprende el proselitismo priísta del expresidente que había jurado sacar a las víboras y tepocatas de Los Pinos—. En un video —para Milenio, but of course—, el expanista alega lo de siempre: que un cambio drástico sería para México, más que peligroso, de plano apocalíptico, y que en cambio hay que cuidar a toda costa el status quo, en el que estamos a todo dar: “traemos trayectoria, traemos rumbo, sabemos a dónde vamos como país… La economía está más fuerte que nunca, las variables fundamentales de la economía están sólidas”. Es decir, ya saben, que la dichosa macroeconomía está bien bonita, sanota, pita y pita y caminando…​ ¿Y por qué? Ah, pues porque los tecnócratas sí son funcionarios que están muy bien preparados y son honestos —la coda—. Lamentabilísimamente, los datos duros no muestran eso, más bien lo opuesto: la inflación, estampida de búfalos despavoridos, repunta como no lo había hecho en 16 años; durante este año, el monto de las reservas internacionales decreció; con todo y la Reforma Energética, México es el país de la OCDE en donde cuesta más caro el gas, la gasolina y la electricidad; Pemex no producía tan poco desde 1990 y alcanzó una proporción histórica de combustibles importados (más de 76% en octubre); la deuda externa se disparó a la mitad del PIB; el peso ha sufrido una fuerte depreciación frente al dólar; los salarios han perdido y siguen perdiendo poder adquisitivo, y siete de cada diez hogares no ahorran; el dinero es mucho más caro, y la economía crece a un mediocre 2% anual, muy lejos del 5% prometido… En fin, ni tiene caso abundar ni es mi propósito ahora echarle sal a las heridas. La cuestión aquí es tratar de responder la siguiente duda: ¿cómo es que siendo evidente que las cosas no están como se dice hegemónicamente que están  tanta gente siga creyendo en tal discurso, incluso a pesar de lo que su percepción cotidiana y directa les señala?


La respuesta que más me cuadra se la debo a un gran pensador austriaco-estadounidense, Paul Watzlawick (1921-2007). Pilar de la Teoría de la Comunicación Humana —desarrollada a partir de la Teoría de la Información iniciada por Claude Shannon (1916-2001), la antropología de Gregory Bateson (1904-1980) y la epistemología constructivista—, Watzlawick sostiene y demuestra que la realidad no es la existencia per se, sino un producto: “lo que llamamos realidad es resultado de la comunicación”.


El planteamiento es constructivista. En el ámbito de la Sociología, el constructivismo tiene su expresión clásica en la teoría desarrollada por Peter L. Berger (1929-2017) y Thomas Luckmann (1927-2016) —en La construcción social de la realidad (1966) establecen que la realidad es un constructo social—.

Paul Watzlawick, apuntalado tanto en años de trabajo como psicoterapeuta como en la filología, explica que la comunicación no es la forma que tenemos de referir la realidad, de describirla y de informar a los otros acerca de ella, sino el proceso por medio del cual, interactuando, construimos la realidad. Los procesos de comunicación, obviamente, son colectivos, sociales, de tal suerte que la realidad es necesariamente resultado de un proceso social. Su primer axioma de la comunicación humana establece que, puesto que todo comportamiento es una forma de comunicación, “es imposible no comunicarse”, de tal suerte que constantemente estamos construyendo la realidad. Dicho de otra manera, en todo momento estamos metiéndole mano al constructo social que asumimos como lo real, de ahí que en la medida en la que la comunicación sea más intensa el constructo pierde solidez y los individuos certidumbre, seguridad. Por eso, “el desvencijado andamiaje de nuestras cotidianas percepciones de la realidad es, propiamente hablando, ilusorio, y… no hacemos sino repararlo y apuntalarlo de continuo… [y aquí viene lo importante] …, incluso al alto precio de tener que distorsionar los hechos para que no contradigan nuestro concepto de realidad, en vez de hacer lo contrario, es decir, en vez de acomodar nuestra concepción del mundo a los hechos incontrovertibles” (Paul Watzlawick, ¿Es real la realidad? Heder, 1979).


Más allá de indicadores y estadísticas, diariamente percibimos hechos incontrovertibles que desmienten el discurso hegemónico propagado por los medios; sin embargo, mucha gente no alcanza a remodelar a partir de ellos su concepción de la realidad, prefiere deformarlos, amoldarlos o incluso soslayarlos con tal de no romper los débiles hilos del tejido social con los que todavía la comunidad se sostiene. La gana de ser engañados responde al terror de quedarse solo, aislado. De ahí la importancia de los medios alternativos, sobre todo los que se transmiten vía web, toda vez que están posibilitando la construcción social de una realidad distinta.

@gcastroibarra

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