Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 31 de agosto de 2025

La imitación y la estulticia

  

 

1

 

… muchos estudian más para saber que para bien vivir;

y yerran.

Tomás de Kempis, Imitación de Cristo.

 

 

Según don Tomás, a la sabiduría no se llega a través de diálogos sesudos, y ni siquiera está en el conocimiento: está en la humildad y la caridad. Imitación de Cristo, del agustino Tomás de Kempis (1379–1471) —uno de los textos más influyentes del cristianismo y uno de los más difundidos después de la Biblia— es la obra cumbre de la devotio moderna, un movimiento que surgió a fines del siglo XIV en los Países Bajos. Impulsada por Geert Groote (1340-1384), la devotio moderna propugnaba la piedad, la sencillez, la lectura meditativa, la humildad, y el rechazo de la ostentación. Kempis sostiene que cuanto más se sabe, mayor es la responsabilidad de vivir virtuosamente. Además de Kempis, en las escuelas de los Hermanos de la Vida Común, fundadas por Geert, se formaron gente como Erasmo, Calvino e Ignacio de Loyola.

 

Desiderius Erasmus nació en 1466 en los dominios del Sacro Imperio Romano Germánico, en la ciudad de Róterdam. De niño estudió con los Hermanos de la Vida Común, en Deventer. A los 21 años, ingresó en el convento agustino de Steyn. Más que la vocación religiosa, lo atrae la mejor biblioteca grecolatina de la región. Bien anota Stefan Zweig: “… es preciso cierto esfuerzo para recordar que este hombre, libre de pensamiento y que escribe tan sin preocuparse, haya pertenecido en realidad, hasta la hora de su muerte, al estado eclesiástico”. Efectivamente, Erasmo fue ordenado sacerdote en 1492, pero pronto se las arregla para vivir fuera del convento. 

 

El primer pasaporte que consigue es el puesto de secretario de latín del obispo de Cambray, con quien viaja a Italia, y a quien después logra convencer de que lo mande a París a estudiar Teología. De ahí en adelante andará en eterno periplo por Europa. Zweig describe atinadamente el programa que desde entonces dirigía la vida de Erasmo: “… actuar a la sombra del poder, apartado de toda responsabilidad, leer buenos libros en una tranquila estancia y escribir los suyos, no ser soberano de nadie ni súbdito de nadie…” Acompañando a un discípulo, William Blount barón de Mountjoy, viaja a Inglaterra, en donde, para usar la elegante fórmula de Zweig, “se curó de la Edad Media”. En la isla entabla amistad con John Fisher, John Colet, los arzobispos Warham y Cranmer, pero sobre todo con un joven brillante, Thomas More.

 

 

 

2

 

¿alguna vez la Naturaleza ha producido

un natural más bondadoso, tierno y feliz

que el de Thomas Morus?

Erasmo

 

Tomás Moro y Erasmo de Róterdam se conocieron en Londres en 1499: el humanista inglés tenía 21 años; el princeps eruditorum, 33. Moro era el primogénito de sir John More, mayordomo del Lincoln's Inn; Erasmo, hijo bastardo de un cura. Ambos se reconocen ciudadanos cosmopolitas de la República de las Letras. Erasmo se hospeda en la mansión de Moro en Bucklersbury, y ahí escribe un libro cuyo título generalmente se publica en español con una traducción traidora: El elogio de la locura.

 

El título original de la obra de Erasmo, publicado en París en 1511 en la imprenta de Gilles de Gourmont, aparece en griego (Μωρίας Ἐγκώμιον) y en latín (Stultitiae Laus), como una correspondencia bilingüe. Pero la sinonimia entre ambos términos no es del todo exacta. El griego μωρία tiene un sentido más amplio, que abarca tanto la insensatez cotidiana como la locura, el trastorno mental. En cambio, stultitia significa más bien “necedad”, “idiotez” o “tontería”. El latín cuenta con otros vocablos (insania, amentia, dementia, uecordia) para denotar distintos grados de locura. Erasmo conocía esta diferencia y empleaba esos otros términos cuando quería subrayar los aspectos más patológicos de la “estupidez”. Quien haya leído la obra sabe que Erasmo se refiere más bien a la estupidez, a la estulticia. ¿Entonces por qué usó también Moriae encomium, es decir Encomio de la locura? Porque el título es un juego de palabras con el nombre de su amigo Tomás —Moro, Moriae—, a quien dedicó el libro. En su edición para Akal, Tomás Fanego Pérez traduce Elogio de la estupidez, y en nota a pie de página entre otras buenas razones expone: “Sin entrar en consideraciones psiquiátricas, ni todos los locos son unos tontos, ni todos los tontos están locos. Creemos que el término ‘estupidez' recoge en castellano todos los posibles matices que el personaje de Stultitia puede encerrar en sí.”

 


 

3

 

La buena vida hace al hombre sabio.

Tomás de Kempis, Imitación de Cristo.

 

Tomás Moro murió porque perdió la cabeza. Quiero decir que lo decapitaron. Fue ejecutado en julio de 1535 por orden de Enrique VIII, tras negarse a reconocer la legitimidad de la iglesia anglicana y a aprobar su divorcio de Catalina de Aragón. Tenía apenas 57 años. Moro pudo haber salvado la vida si hubiera aceptado públicamente la autoridad suprema de Enrique VIII sobre la Iglesia en Inglaterra; de hecho, muchos contemporáneos que juraron lealtad sobrevivieron sin problema. La suerte de Tomás Moro tiene un aire socrático: como el filósofo ateniense, pudo haber seguido vivo si hubiera callado o cedido, pero prefirió mantener su lealtad a sus convicciones antes que plegarse al poder. Sócrates prefirió beber la cicuta antes que desmentir su filosofía o huir; Moro, el hacha antes que traicionar su fe. En ambos casos la muerte fue una elección moral. Y, claro, las muertes de Sócrates y de Moro se engarzan con la de Jesús: sus días no terminaron porque no hubiera escapatoria, sino porque se negaron a renunciar a algo que consideraban más importante que su vida.

 

En su Imitación de Cristo, Tomás de Kempis propone la emulación de la vida de Jesús. ¿Podemos entender las muertes elegidas por convicción como el epítome de la “buena vida” a la que anima Tomás de Kempis, serían la consumación de una imitación de Cristo entendida como una entrega radical a un ideal que trasciende la existencia física? 

 

Erasmo de Róterdam murió a la edad de 69 años, el 12 de julio de 1536. Falleció debilitado y enfermo, pero no en una encrucijada trágica o violenta. Murió en Basilea, Suiza, tras sufrir una recaída de una enfermedad que lo aquejaba desde hacía tiempo —probablemente disentería—. Podemos ver en Erasmo la antítesis del martirio: siempre optó por la supervivencia y el eterno periplo, desplegando una gran habilidad para navegar por las complejidades del poder. Y no fue sencillo: “Por la décima parte de las audacias que Erasmo expuso a su época, fueron llevados otros a la hoguera…; gracias a su arte literario y humanístico de envolver las cosas, en realidad Erasmo deslizó de contrabando, en los conventos y las cortes de los príncipes, toda la materia explosiva de la Reforma”. Tomo el extracto anterior del libro sobre Erasmo de Róterdam que escribió Stefan Zweig. Por cierto, exiliados, el escritor austriaco y su segunda esposa, Lotte, se suicidaron la noche del 22 de febrero de 1942 en Petrópolis, Brasil.

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