Día a día resulta más y más evidente que, de política, hoy aquí en México, a la oposición ya no le queda prácticamente nada. Tan simple como que no pasa una jornada sin que se exhiban haciéndonos saber que la cosa pública no sólo no les interesa, sino que hasta le hacen ascos. El bienestar de las mayorías, los beneficios directos para la gente, la utilidad pública … todo eso les resulta tan ajeno a sus propios intereses que lo llaman demagogia, populismo… Nunca entendieron que gobernar no es mandar, sino servir. Ahora parece inocultable ya que para el neoliberalismo el pueblo llano no era más que una molesta carga, un inconveniente necesario, un continente ignoto apenas soportable si se mantiene lejos, distante del presídium, agradecido en spots televisivos y mediado por bien controladitas organizaciones de la bonita sociedad civil. Hoy es claro: la oposición ha abdicado de la política en tanto preocupación por lo común. Lo suyo ya no es la política, sino la gestión de privilegios, la administración del resentimiento, un reality show protagonizado por un montón de gatos panza arriba exigiendo impunidad y el espectáculo de un “no” monótono y sostenido. Sabían imponer, pero nunca se dieron tiempo de aprender a proponer y convencer. Desde hace mucho dejaron de disputar el poder y ya sólo intentan desesperadamente que no se vea que su fecha de caducidad ya pasó.
La oposición política en México no sólo es cada vez menos política… No sólo les queda apenas una sombra del adjetivo: de 2018 para acá, su ser sustantivo se ha ido deslavando, desustanciando…
En efecto, día a día resulta más forzado seguir llamando “oposición” a la panda desarticulada de pillos con fuero, bufones faltos de toda gracia, odiadores sin más ideología que el rencor, añorantes de pasados vergonzosos, expertos de la holganza a sueldo, patiños de sí mismos, trampistas encorbatados y sacacuartos de tacón, caraduras y conchudos, histrionisas de pacotilla y faranduleros sin tablas, cipayos y malinchistas, gente bien malandra, fuleros, desmemoriados de sus propias brutalidades, golfos, cacos, mangantes acaudalados, parásitos omnívoros, chapuceros consuetudinarios, elegantes esgrimistas del pastelazo, paladines del vasallaje, vociferantes vacuos, trompeteros de apocalipsis que jamás ocurren… En fin, un desfile de esperpentos, un anti-panteón, una caterva de personajes que se han ido enzarzando en su decadencia y decrepitud conforme el mundo sigue dando vueltas y vueltas en sentido contrario a sus deseos reaccionarios.
Nimia y plañidera, la oposición en México cada vez es menos una fuerza política para ser cada vez más un amasijo de agentes desahuciados que sollozan. Progresivamente irrelevante y latosamente quejumbrosa, la oposición en México cada vez dice menos y lloriquea más. Lastimera, en este país la oposición cada vez deja oír menos su amargo lloro y más y más un gimoteo predecible, plúmbeo y ridículo. El prianismo es cada vez menos acción nacional y cada vez más reacción local, lunares dispersos por aquí y por allá. El prianismo es cada vez menos tricolor y cada vez más bicolor: azul apesadumbrado y rosita hipócrita. El empayasamiento del PAN ya hizo metástasis. Del PRD no quedan más que un pritufo y dos que tres capulinos sin viruta. El PRI ha sido reducido a la bravuconería chaparra y procaz. No hay ya oposición, sólo ¡oh, postración! La derecha mexicana contemporánea sigue siendo derecha, pero no es contrapeso para la izquierda, pura vacuidad, ingravidez programática. Su único derrotero es la derrota.
Y, claro, sus comparsas en la intelectualidad orgánica y ahora apocalíptica, su sequito séquito en la opinocracia mendigante, la caja de resonancia destartalada… tampoco cantan mal las rancheras.
Tres ejemplos de actualidad pueden ser suficientes.
Como era de esperarse, a la prensa tradicional le importó muy poco que los resultados de la más reciente ENIGH levantada el año pasado por el INEGI confirmen que 10 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza entre 2018 y 2024. En cambio, se dieron vuelo criticando que Monreal se haya ido de vacaciones a Madrid…, en donde Calderón y Peña viven, por cierto, y más, pero por supuesto, que Andrés López Beltrán haya viajado a Tokio… ¡Cómo! ¡¿Con qué derecho van esos de Morena más allá de Oaxtepec! Los ingresos de los hogares mexicanos reportaron, en el sexenio pasado, un crecimiento de 15.6%, también de acuerdo con datos de la ENIGH, pero para los editorialistas de siempre la mira estaba en otras cosas. Una muestra, el señor Pascal Beltrán del Río, posteó muy objetivo y serio en su cuenta de X:
Los nuevos ricos que ha generado el oficialismo tienen mucho dinero (a saber de dónde lo sacan) pero no tienen personalidad. Compran objetos y prendas caras, o viajan en Business, creyendo que con eso van a apantallar a todos. Pero sólo engañan a otros que no tienen personalidad.
¿Ven ustedes? Imposible discutir, argumentar racionalmente frente a esta sarta de prejuicios. Puro clasismo moscamuerta.
Segundo ejemplo Héctor Aguilar Camín escribió una columna hace unos días montada en la siguiente quimera… Y con quimera no me refiero al monstruo mitológico que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón, sino a eso que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. Dice el chetumaleño:
Un escritor y periodista español, de paso por México, me hace la pregunta que encuentra flotando en el aire:
Pregunta: Tu país ha conocido un cambio de gobierno. Da la impresión de que quien manda ahora llama por teléfono al que mandó antes. ¿O esta es una impresión del que viene de fuera y ustedes lo ven distinto?
¿Qué escritor? Misterio. Eche usted a volar la imaginación. Pero es español, uy. Por lo demás, la dichosa pregunta… ¿ustedes la han visto flotando en el aire o más bien encuentran en ella el delirio que machaconamente la derecha pregona: el que manda es AMLO, el que no está sí está. Y viene la respuesta que es un no sé que sí sabe. Dice el novelista:
Creo que todavía manda el anterior, desde su escondite, en Palenque, un búnker que nadie sabe cuánto cuesta, ni quién lo paga. Aunque lo sabemos todos: cuesta mucho y lo paga el gobierno.
¿Qué tal el rigor periodístico? ¿Debatible? Tanto como una novela de Verne. Pero algo sí que es indiscutible: de que lo extrañan, lo extrañan horrores. Y es más que lógico y entendible: si el rasgo fundamental es odiar a alguien o ser anti-alguien, pues te va la identidad en que ese alguien no desaparezca.
Último ejemplo. El ingeniero Krauze se acaba de aventar una editorial en el Reforma en la que, sin ninguna pena, exhibe el nulo apuntalamiento que tienen hoy sus diatribas en la realidad:
Enfrentamos el riesgo de una regresión gigantesca: eliminar tanto el sufragio efectivo como la no reelección. Abramos los ojos. Potencialmente nos enfilamos a ser lo que nunca fuimos, ni con el PRI ni con Calles, ni con Obregón, ni con Porfirio, ni con Santa Anna, ni con Iturbide, ni siquiera en tiempo virreinales: una monarquía absoluta hereditaria por la vía sanguínea.
Sin duda, aquí el adverbio “potencialmente” significa “en mi descarrilada mente enferma”.
En suma, la derecha mexicana contemporánea no se mantiene de pie ni siquiera para perder con dignidad: se arrastra entre nostalgias y fantasmas, conjura delirios para suplir su falta de ideas y da patéticas patadas de ahogado. La oposición ha dejado de ser contrapeso y se ha convertido en peso muerto; su “política” es puro performance y su porvenir, un epílogo escrito con tinta invisible.
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