Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 8 de marzo de 2020

Todo pudo ser de otro modo


… you could not remove a single grain of sand
from its place without thereby…
changing something throughout
all parts of the immeasurable whole.
Johann Gottlieb Fichte, The Vocation of Man.


Todo pudo ser de otro modo. Por ejemplo, John Wyndham (1903-1969) publicó Random Quest —uno de los textos que integran su libro Consider Her Ways and Others (1961)—, en el que cuenta la historia de Colin Trafford, un médico que, por una contingencia, luego de un experimento de laboratorio, va a parar en una realidad paralela. No detalla qué fue exactamente lo que sucedió —o no sucedió—, pero entre 1926  y 1927 hubo un punto divergente que desencadenó, entre otras cosas, que el colapso financiero de 1929 no ocurriera. En el mundo a la que llega Trafford, Hitler nunca alcanzaron el poder en Alemania, la Segunda Guerra Mundial jamás ocurrió y nadie ha inventado la bomba atómica. Las cosas no sólo son distintas en el gran contexto —India es aún colonia británica y Churchill es un político de medio pelo—, también su propia vida es distinta: en lugar de un galeno viudo, en el universo paralelo es un novelista exitoso y un marido adúltero. Curiosamente, en aquella versión de la realidad, C. S. Lewis, Bertrand Russell y T. S. Eliot también son buenos escritores, pero todos son autores de libros diferentes. Entre la gente que rencuentra está un amigo suyo que había perdido dos dedos de la mano izquierda; sin embargo, ahora tiene la mano indemne. Curiosamente, en 4 3 2 1, la más reciente novela de Paul Auter (1947), en una de sus vidas alternas, Archie Ferguson, el protagonista múltiple, perdió los dedos en un accidente automovilístico que le cambió la vida.
           
Todo pudo ser de otro modo. Por ejemplo, en su celebérrimo cuento A Sound of Thunder —originalmente publicado en la edición de enero de 1952 de la revista Collier's—, Ray Bradbury (1920-2012) narra como un cazador imprudente cambia el curso de la historia. Un tal Eckels contrata los servicios de la compañía Time Safari Inc. Viajarán 66 millones de años, al Cretácico superior, para cazar un Tyrannosaurus rex. Los organizadores le advierten que solamente está permitido cazar animales que están a punto de morir, y que está prohibido traer cualquier cosa al presente. ¿Por qué?, cuestiona Eckels. “No queremos cambiar el futuro… Digamos que accidentalmente matamos un ratón aquí. Eso significa que todas las futuras familias de este roedor en particular serán destruidas, ¿verdad? ¡Y todas las familias de las familias de las familias de ese ratón! ¡Con una marca de tu pie, aniquilas primero uno, luego una docena, luego mil, un millón, mil millones de ratones posibles!” El cazador insiste: “De acuerdo, mueren algunos ratones. ¿Y eso qué?” El guía responde: “Bueno, ¿qué pasaría con los zorros que necesitarán esos ratones para sobrevivir? A falta de diez ratones, un zorro muere. Faltando diez zorros, un león morirá de hambre. A falta de un león, toda clase de insectos, buitres, miles de millones de formas de vida se ven sumidos en el caos y la destrucción. Con el tiempo, todo se reduce a esto: cincuenta y nueve millones de años después, un hombre de las cavernas, uno en una docena del mundo entero, va a cazar jabalíes o tigres dientes de sable para comer. Pero tú, amigo, has pisado a todos los tigres de esa región. Al pisar un solo ratón. Entonces aquel hombre de las cavernas muere de hambre. Pero ese cavernícola, considéralo, no es cualquier hombre prescindible, ¡no! Él es una nación futura. De sus lomos habría surgido diez hijos. De sus lomos, cien hijos, y de ahí en adelante toda una civilización. Destruye a este hombre, y destruirás una raza, un pueblo, toda una historia. Es comparable a matar a algunos nietos de Adán. Si tú matas a un ratón podrías provocar un terremoto, cuyos efectos podrían sacudir nuestros destinos… Con la muerte de aquel hombre de las cavernas, otros mil millones aún no nacidos son estrangulados en el útero. Quizás Roma nunca se levante en sus siete colinas. Tal vez Europa no pase de ser un bosque oscuro para siempre, y quizá sólo Asia crezca de forma saludable y plena. Pisa un ratón y aplastará las Pirámides. Pisa un ratón y deje su huella, como un Gran Cañón, a lo largo de la eternidad. Es posible que la reina Isabel nunca nazca, que Washington no cruce el Delaware, que nunca haya un Estados Unidos. Así que mucho cuidado…” Por supuesto, quien haya leído el relato de Bradbury sabe Eckels no tendrá el cuidado suficiente y va a pisar no un ratón, sino una mariposa… El efecto que desatará el accidente será múltiple, tal y como constatarán cuando regresen al año 2055, su presente…
           
Si todo está relacionado con todo y nada ha sido como tuvo que haber sido necesariamente, todo  pudo ser de otro modo. Por ejemplo, Regman Trosca (1964) en su novelita La muda (Ediciones Espurias, 2020) relata como una mujer, con una simple decisión mediante, cambió el curso de toda la historia de México. Una de las jovencitas que los caciques de la región de Tabasco, después de ser derrotados en Centla, habían obsequiado a Hernán Cortés, al comprender que el demonio de la avaricia dominaba a los hombres descoloridos decidió hacerse un lado, no intervenir, y fingir que era muda. Bernal Díaz del Castillo recuerda que la llamaban Malinali o Malintzin y que era “de buen parecer, entrometida y desenvuelta”.

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