I
Jenofonte era un tipo
inteligente: después de su paideia, se
dejó ir por un caudal de aventuras de epopeya, y luego, acaudalado, pasó buena
parte de su vida “cazando, ofreciendo banquetes a los amigos y escribiendo
libros” —hoy yo sólo cambiaría la cinegética por la elíptica—. Escuela, tenía. Siendo
apenas un mozalbete —nació alrededor del 431 a. C.—, caminaba por una callejuela
cuando un individuo lo detuvo; le preguntó en dónde podía conseguir algunos
alimentos. Él contestó.
— ¿Y dónde se hacen los
hombres buenos y nobles?
— No lo sé.
— Sígueme y aprende —dijo
el hombre, quien resultó ser nada menos que Sócrates. El muchacho lo siguió y
se volvió su discípulo.
Según Diógenes Laercio,
Jenofonte fue “el primero de los filósofos que escribió una obra de historia”,
y escribió muchas, unas cuarenta, entre otras las Helénicas, Anábasis, Recuerdos de Sócrates y Apología… También le debemos un libro
sobre Ciro el Grande.
Jenofonte escribió su Ciropedia alrededor del 365 a. C., poco
más de dos siglos después de que Ciro fundara el imperio que, hasta entonces,
habría de ser el más grande del mundo, el aqueménida. El libro integra
información de origen persa, alguna de los recuerdos del autor y otra de sus lecturas,
pero sus fuentes son griegas fundamentalmente: las Historias de Heródoto (c.
484-425 a. C.); la Persiká, de Ctesias
de Cnido (segunda mitad del s. V a. C), y un texto de otro célebre alumno de
Sócrates, Antístenes (444–365 a. C.), de la que sólo sabemos el
título, Ciro. Además, es probable que
haya consultado a algunos logógrafos jonios, como Carón de Lámpsaco, Dionisio
de Mileto y Helánico de Lesbos, de quienes no conservamos ninguna obra.
II
… gobernantes son los boyeros de sus bueyes, los yegüeros de sus
caballos y todos los pastores podrían también ser considerados razonablemente
gobernantes de los animales a cuyo cuidado están; pues bien…, todos estos
rebaños obedecen de mejor modo a sus pastores que los hombres a sus gobernantes.
Jenofonte, Ciropedia.
Heródoto informa que Ciro era hijo de la princesa meda Mandane y del rey persa Cambises; en cambio, Ctesias dice que los padres de
Ciro fueron un bandolero de poca monta y una cabrera. En la cuestión del
linaje, Jenofonte concuerda con Heródoto, pero, a diferencia de él, sostiene
que el rey medo Astiages amaba a su nieto. También encontramos discrepancias entre
las narrativas sobre la forma en que Ciro ascendió al poder. Según Heródoto, gracias
a una bien eslabonada cadena de engaños, Ciro arrebató a su abueloel imperio medo.
También Ctesias sostiene que Ciro le birló el imperio a Astiages —enseguida de
que el medo le entregara el mando de sus huestes para que sometiera la revuelta
de los cadusios, el persa se les unió para derrocarlo—, mientras que Jenofonte
presenta a Ciro como legítimo heredero de Astiages. En lo que todos están de
acuerdo es en que el pedestal a partir del cual Ciro erigió el imperio aqueméndia
fue el imperio medo.
Recordemos que, persiguiendo
el orden, Deyoces había organizado grupos semi-nómadas para fundar una ciudad, Ecbatana. Desde ahí, sus sucesores, Fraortes y
Ciáxares, abuelo y padre de Astiages, unificaron tribus las medas, se
sacudieron el yugo asirio y conquistaron otras regiones iraníes para consolidar
el imperio. Lo que vino a hacer Ciro fue innovador: unificar imperios. Un enorme
salto, cualitativo. Conjuntar se hace más y más complejo conforme se agrega
diversidad, pero al final la dificultad está en mantener un orden. “Los rebaños
son más ariscos con cualquier extraño que con quienes los gobiernan y sacan
provecho de ellos —sentencia Jenofonte—. Los hombres, en cambio, contra nadie
se levantan más que contra aquellos en quienes noten intención de gobernarlos”.
Después de apoderarse
de Media, la fortuna empujaría a Ciro a conquistar el riquísimo imperio lidio, gobernado
por el rey Creso —hoy creso, por
alusión, significa “hombre que posee grandes riquezas”—. Desconfiado por el
ascenso de Ciro, Creso consultó al oráculo de Delfos si debía atacar a los
orientales, supuestamente sus aliados —una de las esposas de Astiages, Aryenis,
era, como Creso, hija del finado rey Aliates—. La pitia respondió que si mandaba
un ejército al este y cruzaba el río Halis, destruiría un imperio. Corría el
año 547 a. C. Envanecido, Creso atacó a los persas, y un imperio fue eliminado…,
el suyo. Después del imperio Lidio —que abarcaba enteramente Anatolia,
incluidas las colonias griegas—, Ciro se adueñaría del imperio neobabilónico con
todos sus dominios. El impetuoso persa también extendió su imperio hacia
oriente, hasta lo que hoy es Tayikistán.
“Ciro consiguió la
obediencia de muchísimos hombres, muchísimas ciudades y muchísimos pueblos”
—subraya Jenofonte—; “le obedecían de buen grado gentes que, unos distaban de
él muchos días de camino, otros incluso meses, otros que no lo habían visto
nunca y otros que sabían que ni siquiera lo verían jamás, y, sin embargo,
estaban dispuestos a serle sumisos”.
III
Creso había también
preguntado al oráculo si sería largo su reinado. Heródoto consignó la respuesta
que obtuvo: “Cuando el rey de los medos fuere un mulo, huye…, oh, lidio
delicado”. Al escuchar esto, el monarca “holgóse…, persuadido de que nunca por
un hombre reinaría entre los medos un mulo”. Quiso entender literalmente la
sentencia de Apolo, y perdió el imperio y fue apresado, “pues este mulo
cabalmente era Ciro, el cual nació de unos padres diferentes en raza y
condición, siendo su madre meda…, superior en linaje a su padre, que fue un
persa, vasallo del rey de Media”.
Un mulo, un híbrido, un
cruce de distintos, se alzó en el primer gran monarca de los diversos: “el rey
escita, aun siendo numerosísimos los escitas, no sería capaz de extender su
dominio sobre ningún otro pueblo y se daría por satisfecho simplemente con
mantenerse en el gobierno del suyo propio. Lo mismo le ocurriría al rey tracio
con los tracios, al rey ilirio con los ilirios y a todos los otros pueblos de
los que tenemos noticia”, explica Jenofonte. “Sin embargo, Ciro… se hizo
caudillo de los medos y de los hircanios con su consentimiento; sometió a
sirios, asirios, árabes, capadocios, los habitantes de ambas Frigias, lidios,
carios, fenicios y babilonios, gobernó a bactrios, indios y cilicios y, asimismo,
fue soberano de sacas, paflagonios, magadidas y un elevado número de pueblos
cuyos nombres no se podrían ni decir; y tuvo poder sobre los griegos de Asia,
y, bajando hacia el mar, sobre chipriotas y egipcios. Gobernó sobre todos estos
pueblos que no tenían la misma lengua que él ni una lengua común entre ellos…”
Diversidad es
complejidad, y complejidad evolución.
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