Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

lunes, 31 de marzo de 2025

Realidad destartalada I

 

Heme aquí ya, profesor
de lenguas vivas (ayer
maestro de gay-saber,
aprendiz de ruiseñor)
en un pueblo húmedo y frío,
destartalado y sombrío,
entre andaluz y manchego.
Antonio Machado, Poema de un día.

 

 

Me hallé estos versos:

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
— Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

El pasado, como siempre: presente. La angustia como debe ser: arcaica e incomprensible, experimentada y arcana, primitiva e insondable. La psique de quien padece la angustia, congruente: destartalada. El poema es obra del sevillano Antonio Machado (1875-1939), y forma parte de la serie “Sueño infantil”, de su poemario “Galerías” (Soledades. Galerías. Otros poemas, 1907).

Destartalado es una palabra de origen incierto. Su significado, en cambio, es bien conocido: “descompuesto, desproporcionado y sin orden” —RAE dixit—. También se usa como sinónimo de desarreglado, mal acondicionado o incluso de viejo. La definición que aporta el Diccionario del español de México del Colmex es la que me parece más certera: “que está en estado ruinoso por efecto del deterioro”. A diferencia de la anterior, Guido Gómez de Silva ofrece una definición estrambótica: “Desprovisto de lo necesario” (Diccionario breve de mexicanismos). En la jerga taurina, un astado destartalado es un animal desproporcionado, especialmente de la cabeza (Léxico español de los toros, 1989).

Corominas (Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispano) aventura que destartalado es un vocablo “hermano del portugués estatelado, 'extendido a lo largo y sin movimiento', y tomado del árabe istatāla, 'alargarse, extenderse'.” La RAE no avala esa hipótesis. Y qué bien, porque me gusta más lo que piensa Rafael Martínez Rubio: “el adjetivo proviene del latín medieval stortilatum, a través del italiano stortilato, ‘distorsión de la articulación de la pata del caballo’”. Una de las pruebas que aporta proviene de un libro escrito en latín hace más de setecientos años, Liber ruralium commodorum (Libro de beneficios rurales), de Piero de Crescenzi (c. 1233 - 1321), en cuya traducción al toscano encuentra:

Aviene alcuna volta, che la giuntura della gamba allato al piè si dannifica per percossa fatta in luogo duro, o per cader correndo o andando, o perché 'l piè non si posa alcuna volta diritto in terra, la quale infermità vulgarmente s'appella stortilato... (en el original latino stortilatum). (libro IX, capítulo 41)

Lo que podemos trasladar al castellano…

Sucede alguna vez que el ligamento de la pata al lado del pie se lastima por un golpe dado en un lugar duro, o por caer corriendo o andando, o porque el pie no apoya alguna vez derecho en la tierra, enfermedad esta que es conocida vulgarmente como stortilato…

Martínez Rubio explica que el morbo stortilato provoca que la bestia equina ande “torcida, dando la apariencia de ‘destartalado’, patizambo, ladeado…”, y concluye: “Lo que para un hombre es ser tuerto, es decir, con la vista torcida (del torceré latino) es para un caballo ser stortilato (destartalado), es decir, con el andar torcido, causado por una distorsión en la articulación de su pata”.

Independientemente de su origen incierto, destartalado describe aquello que ha perdido su estructura o integridad, refiriéndose a objetos, edificios o incluso situaciones o sensaciones caóticas, y refleja un proceso de deterioro o desmembramiento.

Componemos todo con la imaginación y somos incapaces de vivir la realidad simplemente. Recuerdo la destartalada y antigua casa en Tajimara, el estallar de los manzanos e higueras…

El anterior es un extracto de Tajimara, el célebre cuento del narrador yucateco Juan García Ponce (1932-2003), un texto publicado en su libro Imagen primera (Universidad Veracruzana, 1963), con el que en 1965 Juan José Gurrola realizó la mitad de su película Los bienamados (1965) —la otra mitad fue a partir del cuento Un alma pura, de Carlos Fuentes—. Una casa destartalada, una realidad que somos incapaces de vivir simplemente sin tratar de componerla con la imaginación.

Entre los versos de Machado y las paredes agrietadas de la casa de Tajimara, destartalado es además de una palabra un espejo: refleja el desorden de las cosas y el quebranto del alma. Su etimología esquiva —portuguesa o árabe o latina o quizá equina— acaba siendo tan fragmentaria como la realidad que describe. Pero es ahí, en esa fisura entre lo que se derrumba y lo que imaginamos, donde reside el único consuelo. La imaginación no es un refugio, sino un acto de resistencia: inventamos órdenes donde solo hay ruinas, tejemos sentido en la trama descosida de lo real. Como el poeta que evoca su infancia perdida o el narrador que reconstruye una morada en ruinas, tal vez apenas nos quede habitar lo destartalado con la mentira necesaria…  


lunes, 17 de marzo de 2025

Psicóticos, arcaicos e infantiles

  

… la evolución humana pone de manifiesto

una predisposición crónica al error, la maldad,

las fantasías desorbitadas, las alucinaciones…

y hasta la mala conducta socialmente organizada…

Lewis Mumford, El mito de la máquina.

 

Considerando tanto los usos y costumbres de su época como las ancestrales tradiciones de su estirpe, la joven vienesa Melanie Reizes se casó ya grande. Con veintiún años recién cumplidos, celebró nupcias en 1903 con el químico budapestino Arthur Stevan Klein; desde entonces adoptó su apellido. Por nacimiento, los dos eran súbditos del Imperio Austrohúngaro, y ambos provenían de familias judías. El Imperio Austrohúngaro dejaría de existir en 1918; el matrimonio de Melanie y Arthur, en 1921, cuando formalizaron su divorcio.

 

El 28 de septiembre de 1918, Sigmund Freud se hallaba en Budapest. Participaba en el V Congreso de Psicoanálisis en la Academia Húngara de Ciencias, presidido por Sándor Ferenczi. Freud impartió la conferencia “Líneas de avance en la terapia psicoanalítica”. Entre la audiencia se encontraba la señora Melanie Klein (1882-1960), quien dijo quedar profundamente impactada: recordará posteriormente que ese día decidió atender su deseo de dedicarse al psicoanálisis. Ese mismo año, en noviembre, luego de unos veinte millones de muertos, finalizaría la Gran Guerra.

 

Veinte años después, en 1938, Hitler violó el Tratado de Saint-Germain de 1919 y enterró el Tratado de Versalles: Austria fue anexada a Alemania. El 12 de marzo las tropas nazis ocuparon Viena. La persecución a la comunidad judía arreció. La presión sobre el afamado doctor Freud, judío y creador de una ideología perversa según el nazismo, día a día empeoraba. A principios de mayo, su hijo Martin fue detenido durante un día, y Anna, su hija, fue interrogada por la Gestapo. El 4 de junio, a bordo del Expreso de Oriente, con su esposa Martha y su hija Anna, Freud salió de Viena rumbo a París. Dos días después llegarían a Londres. Inicialmente, se alojó en Elsworthy Road 39, y en septiembre se mudó a la casa de Maresfield Gardens, en el barrio de Hampstead, donde permanecería lo poco que le quedaba de vida. Para entonces, la vienesa Melanie Klein llevaba ya más de una docena de años residiendo en Inglaterra.

 

Meses después, en agosto del mismo año, se celebró en París el XV Congreso Internacional de Psicoanálisis. El patriarca intelectual de la pujante novel disciplina, Sigmund Freud, estaba muy enfermo y no asistió. Melanie Klein sí acudió al Congreso: cruzó el Canal de la Mancha para presentar una ponencia que, con el tiempo, se convertiría en uno de los textos fundamentales de su teoría de la mente: “El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos”.

 

El siguiente año, 1939, estalló la II Guerra Mundial: el 1º de septiembre las fuerzas nazis invadieron Polonia; dos días después, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania. Freud moriría 22 días después —la causa del óbito no fue directamente el cáncer que padecía, sino una sobredosis de morfina administrada por su médico, Max Schur—. Luego de unos ochenta millones de muertos, la II Guerra Mundial no finalizaría sino hasta el 2 de septiembre de 1945.


 

Todos los organismos vivos mueren;

sólo el hombre, mediante su mente, sobrevive

y continúa, en cierta medida, su función.

Lewis Mumford, El mito de la máquina.

 

A los humanos nos duelen profundamente nuestros muertos. Subrayo el pronombre posesivo, nuestros: ¿cuál de los siguientes dos enunciados podría generar más dolor en una persona cualquiera? 1) El par de guerras que estallaron en Europa y se propagaron por otras partes del mundo en el siglo XX causaron alrededor de cien millones de muertes; 2) Lamento notificar a usted que ayer falleció su señora madre. Las fatalidades de la humanidad nos estremecen, pero es la pérdida íntima la que nos desgarra. Contamos las defunciones en cifras, pero a los muertos los lloramos de uno en uno.

 

Aunque trastorna la conducta de quienes lo sufren, nadie considera patológico un duelo. Generalmente pensamos que no está bien evadirlo, al contrario, y solemos confiar en que, con el tiempo, será superado. En uno de sus ensayos más influyentes (Duelo y melancolía, 1917), Sigmund Freud apunta que, bien pensado, resulta extraño que “el doloroso displacer” que provoca un duelo “nos parezca natural y lógico”. Por su parte, en aquel texto que presentó en París en 1938 —sería finalmente publicado en 1940—, Melanie Klein subraya la relación que Freud establece entre el duelo y el juicio de realidad, es decir, el proceso mediante el cual, gradualmente, el doliente reconoce la ausencia definitiva del ser amado —si el juicio de realidad no se alcanza, aunque la persona reconozca conscientemente la pérdida, no podrá desvincularse del objeto perdido, del muerto, y aparecerá entonces la melancolía, un estado patológico de sufrimiento mucho más hondo—. Por su parte —este es uno de sus aportes más importantes a la teoría psicoanalítica—, con base en su experiencia clínica, Klein asegura que “hay una conexión entre el juicio de realidad en el duelo normal y los procesos mentales tempranos”. En concreto, se refiere a la posición psíquica que denominó depresiva infantil. Pero antes de que el infante logre alcanzar esa posición, Klein sostiene que transitamos por un estado previo, la posición esquizo-paranoide. En esta fase primitiva del desarrollo psíquico, el mundo del bebé —tanto el que percibe como el interno—, está fragmentado en objetos parciales, buenos y malos, que representan experiencias de satisfacción y frustración. La madre, por ejemplo, no es percibida como un todo, sino como un “pecho bueno” que alimenta y calma o un “pecho malo” que abandona y frustra. Este mecanismo, la escisión, es una defensa arcaica frente a la angustia persecutoria: el bebé proyecta sus impulsos destructivos —pulsión de muerte— en el objeto malo y, en consecuencia, luego lo experimenta como una amenaza punitiva externa. Klein identifica este patrón de funcionamiento no sólo en los primeros meses de vida, sino también en patologías psíquicas graves, como la psicosis. De manera más amplia, bien podemos entender los procesos sociopolíticos que desembocan en odio y violencia como expresiones esquizo-paranoides. Si un duelo normal, durante el cual se reactiva siempre el funcionamiento psíquico de la posición depresiva infantil, requiere la integración del objeto perdido, el reconocimiento de su pérdida y en el mejor de los casos su reconstrucción simbólica, en la posición esquizo-paranoide la amenaza de aniquilación psíquica impide esta integración. Tal vez no sea aventurado pensar que los horrores de la guerra no son más que expresiones, en una escala colectiva, de las angustias más arcaicas descritas por Klein: la aprehensión esquizoide del mundo, escindido en buenos y malos, y el torbellino de ansiedades paranoides.

 

Concuerdo con Lewis Mumford: el ser humano es en principio “un animal fabricante de espíritu, capaz de dominarse y diseñarse a sí mismo”, para quien “el foco principal de sus actividades es ante todo su propio organismo y la organización social en la que este encuentra su más plena expresión”. Tan pronto llega al mundo, cada uno de nosotros debe bregar por armarse una autoconciencia, y luego, de ahí en adelante, tratar de mantenerla más o menos funcional. Habrá quienes supongan que es cosa fácil, sobre todo si prefieren olvidar “la superior irracionalidad del hombre”.

domingo, 9 de marzo de 2025

Idioideofóbicos versus ideoidiofílicos

   

Ideoso I

 

Muy seguro de sí, él me respondió encadenando un rosarito de lugares comunes, para luego dar por terminada su pequeña perorata enfatizando: — Bueno, eso es lo que yo pienso, porque al final del día, cada quien tiene sus muy muy particulares puntos de visa –dijo, y a mí se me pararon los pelos de punta.

 

— ¿Particulares?

 

— Sí, por supuesto. Particulares, personales… La ideología de cada persona es muy personal –declaró y a mí casi me da un mareo.

 

— ¿Ideología personal? Si acaso –le dije—, cada cual tiene su propia idiosincrasia.

 

— Ideología, ideosincrasia … es lo mismo.

 

— Perdona, pero no es ideosincrasia, es idiosincrasia.

 

— Bueno, ideosincrasiaidiología… es lo mismo.

 

— Quizá no lo mismo, pero en algo se parecen: ninguna de las dos palabras que acabas de decir existe…, más que en tu muy muy personal diccionario.

 

 

Ideo

 

¿IdeoIdeo es un adjetivo que significa perteneciente o relativo al monte Ida. Ahora, monte Ida no hay uno, hay dos, el cretense y el frigio.

 

El de la isla de Creta, con todo y que tiene existencia geográfica real —hoy mismo se llama monte Psiloritis—, ostenta una importancia divina: en él se encuentra el Ideon Antron, la cueva en la que la diosa Rea escondió a su hijo Zeus para evitar que el padre del pequeño, el inmisericorde Cronos, lo devorara como ya lo había hecho con sus primeros críos.

 

El otro monte Ida, el de Asia Menor, se encuentra en la región de Misia, en la región noroccidental de la península de Anatolia. Actualmente se halla en territorio turco y se denomina monte Kaz Dag, y también fue escenario de grandes acontecimientos míticos —por ejemplo, en el Himno homérico V se narra cómo ahí Zeus hizo que Afrodita se enamorara de Anquises, un mortal troyano que así habría de convertirse en padre del mismísimo Eneas—. Por este monte Ida es que el adjetivo ideo, por extensión, es sinónimo de troyano o frigio.


 

En suma, ideo no tiene nada que ver ni con ideología ni mucho menos con idiosincrasia.

 

 

Ideoso II

 

Un natural de Frigia, un ideo, no tendría que ser necesariamente un ideoso, en cambio un ideoso sí es siempre un ideático, porque ambos vocablos son sinónimos de venático, es decir, alguien que tiene vena de loco o tiene ideas extravagantes —hay quienes asumen erróneamente que venático deriva del latín venatio (“cacería”), como sucede con venatorio, de caza: arte venatorio—. Las palabras ideático e ideoso comparten la raíz etimológica griega idea (ἰδέα), que significa “forma”, “imagen mental” o “concepto”. Mientras que ideático (del griego idea + el sufijo -ático) alude a lo relacionado con las ideas o la capacidad de generarlas, a menudo con un matiz abstracto; ideoso (de idea + el sufijo -oso) enfatiza cierta abundancia de ideas, destacando su carácter creativo o propositivo. Ideoso e ideático comparten raíz también con ideología.

 

 

Idiopático

 

En su célebre Comunicación preliminar (1893), los doctores Josef Breuer y Sigmund Freud dicen:

… los síntomas más diferentes de la histeria, tenidos por operaciones espontáneas, por así decir idiopáticas, mantienen con el trauma ocasionador un nexo tan estricto como aquellos otros fenómenos más trasparentes en este sentido.


¿Manifestaciones idiopáticas? En este contexto, idiopáticas se refiere a síntomas que parecen surgir espontáneamente, sin causa. Freud y Breuer critican la idea de que algunos síntomas histéricos sean entendidos como fenómenos autónomos o sin explicación. En contra de esta noción, argumentan que todos los síntomas histéricos tienen un nexo causal con un trauma psíquico previo, incluso cuando tal vínculo no es evidente a simple vista. Esto es, aunque algunos síntomas puedan parecer desconectados de cualquier experiencia traumática —y, por lo tanto, ser etiquetados como idiopáticos—, en realidad tienen una causa específica que puede descubrirse a través del análisis.

 

Ni ideo ni tampoco ideático tienen que ver con idiopático, pero idiopático sí que está relacionado con idiosincrasia. En el diccionario de la RAE no aparece idiopático, pero no se trata de un problema de traducción al español. La palabra que usan los facultativos austriacos en el original en alemán es, justo, idiopathisch. Efectivamente, ideo- (de ἰδέα, “idea”) e idio- (de ἴδιος, “propio”, “peculiar”) son raíces griegas distintas, aunque su similitud fonética pueda generar confusión. Idiopático (del griego ἴδιος [idios: “propio”] + πάθος [pathos: “sufrimiento”]) se refiere a una enfermedad “de causa desconocida” o “que surge por sí misma”, sin relación con factores externos. Por su parte, idiosincrasia (de ἴδιος + σύγκρασις [sýnkrasis: “temperamento”, “mezcla”]) alude a la manera peculiar de pensar, ser o reaccionar de un individuo o grupo, vinculadas a su naturaleza intrínseca. Ambos términos, idiopático e idiosincrasia, comparten el prefijo idio-, que enfatiza lo singular, lo privado o inherente. Por otro lado, ideático e ideoso derivan de idea (concepto mental) y no guardan relación etimológica con los anteriores. La confusión surge por la cercanía fonética entre ideo- e idio-, pero sus significados y orígenes son independientes.

 

 

Idioideofobia versus ideoidiofilia

 

Conforme a la ideología hegemónica, cada individuo tiene sus muy particulares formas de pensar. Por eso, casi todos se creen distintos a los demás, auténticos, originales, dueños de ideas muy personales. En realidad, más bien cunde una especie de, si me permiten acuñar un neologismo, idioideofobia, es decir, un miedo irracional a la propia capacidad intelectual y a los contenidos propios de la mente. No es una idiopatía, sino el resultado de un sistema que homogeneiza ferozmente a la masa agazapado tras la bandera del individualismo a ultranza. En contraparte, se combate y escasea lo que podríamos denominar ideoidiofilia, la pasión por las ideas propias. Porque si bien no tengo duda de que abundan los chalados que se desviven por espetar galimatías y hoy parece que está de moda proferir disparates, vomitar fárragos en vez discurrir ideas, en realidad andamos necesitados de nuevas soluciones para hallar salida a este modelito de mundo que está haciendo agua por todos lados. Concluyo esto y, por supuesto, no es mi muy particular punto de vista.




 

domingo, 2 de marzo de 2025

El fin del mundo… global

  

 

En realidad, el fin del mundo, como el principio,

es nuestro concepto del mundo.

Fernando Pessoa, El libro del desasosiego. 

 

 

 

Oso I

 

Hace apenas unos días instruí a Grok para que generara una imagen que pasara por una fotografía: el Oso Ruso caracterizado como el Tío Sam avanza contento. Segundos después, el resultado quedó conforme a lo que esperaba, daba el gatazo, así que lo tuiteé con la siguiente leyenda: “Mundo raro el que nos tocó vivir…”


Un rato después, MA comentó el tuit: “Solo hemos vivido este.” Pienso que no.

 

 

 

Caballos

 

“El mundo tal y como lo conocemos está por acabarse.” Así comenzaba El acabose, un texto que escribí en agosto de 2016. Argumentaba que el fin del mundo es perfectamente posible, tanto, que ya ha ocurrido otras muchas veces. Ejemplificaba con el fin del mundo neolítico y traía a cuento al sociólogo neoyorkino Immanuel Maurice Wallerstein, quien entonces aún compartía el presente continuo con nosotros. Justo tres años después, él fallecería; nuestro mundo hoy sigue acabándose. 

 

Wallerstein (1930- 2019) esbozó los “grandes hitos en la historia del hombre”, y advirtió acerca del inminente fin del mundo moderno, este que nos tocó vivir —The End of the World as We Know it: Social Science for the Twenty-first Century—, todo a partir de una potente idea: sistema-mundo.


Wallerstein terminó de consolidar el concepto en el primer volumen de su obra The Modern World-System, en cuyo texto introductorio deja ver una de las más importantes raíces teóricas de la noción: lo que Wolfram Eberhard (1909-1989) denominó tiempo mundial

 

En uno de los muchos libros que escribió acerca de la cultura e historia de China, Conquerors and rulers; social forces in medieval China (1965), Wolfram Eberhard —sociólogo, sinólogo e historiador alemán, avecindado en Estados Unidos desde 1948, donde se dedicó a la vida académica en la Universidad de California en Berkeley— introdujo el concepto de World Time. Eberhard parte de que, en estricto sentido, no existe una diversidad de sistemas sociales locales, sino sólo el mundo social del ser humano, la humanidad:

Procesos como la industrialización en el siglo XIX o el desarrollo de la ciudad milenios antes de la era cristiana deben considerarse como procesos de la humanidad y no como procesos de Inglaterra o Sumeria. Por practicidad, el estudio de cualquier tema puede restringirse a un área particular, ya sea que definamos esta área geográficamente o en términos de fronteras políticas.

Si bien los quehaceres de todas las comunidades humanas forman parte de un mismo todo, para Eberhard lo que pasó, digamos, hace un par de milenios es totalmente diferente a lo sucedió hace quinientos años o lo que acontece ahora mismo. Es fundamentalmente erróneo, piensa, que se equiparen movimientos sociales o hechos sucedidos en distintos momentos históricos —por ejemplo, el ascenso del fascismo en Italia después de la I Guerra Mundial y la irrupción actual de la ultraderecha en Estados Unidos y Europa occidental—, sobre todo si se hace con el fin de descubrir patrones generales de comportamiento.

…algunos sociólogos comparativos han hecho una falsa analogía con las ciencias naturales. No sería la primera vez que se comete tal error, uno de cuyos fallos es la omisión del factor tiempo. Si, por ejemplo, se realizara un experimento con un determinado tipo de bacterias por primera vez en Bruselas en 1860 y se repitiera en Chicago en 1960, a efectos prácticos los resultados serían comparables… El tiempo —o lo que podría llamarse “tiempo mundial”— parece no desempeñar un papel significativo… Pero un proceso social como el movimiento obrero inglés en 1860 no puede compararse directamente con un proceso similar en 1960 en Japón, simplemente por el paso del tiempo, incluso si no existiera la complicación adicional de que el primer evento ocurrió en Inglaterra y el segundo en Japón. El “tiempo mundial” es aquí el factor crucial. Dejando completamente de lado todas las demás diferencias entre las sociedades japonesa e inglesa (aunque, por supuesto, nunca debería hacerse esto), el clima intelectual de cualquier país del mundo en 1860 era radicalmente diferente al clima de 1960.

Si bien pueden establecerse cotejos entre hechos ocurridos en diferentes épocas, jamás debe olvidarse que los hombres y mujeres contemporáneas son diferentes de las personas que vivieron años atrás, aunque habiten el mismo espacio. En menor o mayor medida, el tiempo mundial incide siempre en toda la gente.

Por ejemplo, después de la primera domesticación del caballo, todo el mundo antiguo cambió, no sólo Mesopotamia, porque el caballo domesticado transformó todas las sociedades hasta llegar a China. A partir de ese momento, se hicieron posibles nuevas formas de organización militar, y también nuevas clases sociales y la dominación política sobre grandes áreas. Después de la domesticación del caballo en alguna parte de Asia Occidental, el mundo entero simplemente nunca pudo ser el mismo. El tiempo mundial jugó así un papel importante incluso en el 2000 a. C., no sólo ahora.


                        

            

 

Dinosaurios

 

Con motivo de un conato del fin del mundo predicho para el 23 de julio de 2016, escribí unas Nota sobre el fin del mundo. Igual, a manera de ejemplo, recordaba que, hasta donde sabemos, y debido al impacto de un enorme asteroide —unos 10 km de diámetro— en lo que hoy es la península de Yucatán, el mundo de los dinosaurios se acabó hace unos 65 millones de años. Ya pensando en mundos humanos, evocaba también que la captura de Cuauhtémoc el martes 13 de agosto de 1521 marcó la caída de México-Tenochtitlán y el fin del imperio de mexica y el fin de ese mundo.

 

Buena parte de los cerca de trescientos mil años que llevamos de existir, los seres humanos hemos vivido repartidos en varios mundos, sobre todo después de la gran emigración desde África, gracias a la cual plagamos el planeta. Sin embargo, hace poco, poco más de medio milenio, los sapiens nos integrarnos en un solo mundo. Al respecto, el sociólogo Immanuel Wallerstein es tajante:

Solo había habido un “mundo moderno”. Tal vez algún día se descubran fenómenos comparables en otros planetas, o sistemas mundiales modernos adicionales en este. Pero aquí y ahora, la realidad era clara: solo uno. 

Además, la simultaneidad del tiempo mundial se ajustó con la dichosa globalización, que, por cierto, no es un fenómeno tan reciente como suele creerse. El portentoso filósofo español José Ortega y Gasset (1883 - 1955) atisbó su erupción hace casi cien años: en el capítulo IV de su La rebelión de las masas, publicado originalmente en 1929 en el diario madrileño El Sol, ya lo describía espléndidamente:

Según el principio físico de que las cosas están allí donde actúan, reconoceremos hoy a cualquier punto del globo la más efectiva ubicuidad. Esta proximidad de lo lejano, esta presencia de lo ausente, ha aumentado en proporción fabulosa el horizonte de cada vida.

En efecto, cada vez estamos más sincronizados: los actuales, los hodiernos, los más de 8.2 mil millones de sapiens que somos estamos cada vez más al tanto de que, efectivamente, compartimos el mismo ahora mismo. Como jamás antes había sucedido a lo largo de la existencia de la humanidad, la mayoría de las mujeres y de los hombres estamos engarzados al hogaño. 

 

 

 

Oso II

 

Un par de días después de que tuiteé el Oso Ruso caracterizado del Tío Sam volví a ordenar a Grok que realizara otro Oso Sam, otro Tío Ruso, ahora regañando a gritos al señor ex comediante Zelenski. También la imagen quedó bastante aceptable. La ocasión no es necesario que la recuerde porque usted está al tanto: el mundo está al tanto. El grotesco espectáculo transmitido a todo el mundo en tiempo real desde la sala oval de la Casa Blanca evidenció el indudable el hecho de que, sí, estamos presenciando the end of the world as we know it, y esta vez sí que ocurre al mismo tiempo para todos.




domingo, 23 de febrero de 2025

Algo torcido fue enderezado

 

 

 

Stultorum sunt plena omnia.

(Todo está lleno de necios)

 

Cicerón, Ad familiares.

 

 

“Los perversos con dificultad se corrigen, y el número de los necios es infinito”. El aforismo anterior suele citarse como una frase bíblica, específicamente como el versículo 1:15 del Eclesiastés. Muy efectivo para quejarse de la siempre abundante estupidez humana, durante siglos y siglos fue muy popular en el Occidente cristiano. Sin embargo, hoy no se encuentra en ninguna de las traducciones contemporáneas de los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento. Por ejemplo, si la Biblia que usted tiene o conoce corresponde a la versión Reina Valera (1909), en el Eclesiastés 1:15 usted leerá: “Lo torcido no se puede enderezar; y lo falto no puede contarse”; mientras que en la Biblia de las Américas se anota: “Lo torcido no puede enderezarse, y lo que falta no se puede contar”. E igual en todas las demás: de perversos y necios ni media palabra.

 

“Los perversos con dificultad se corrigen, y el número de los necios es infinito” es un aserto que debemos a san Jerónimo, patrono de los traductores, los bibliotecarios y en general de la gente volcada en la lecto-escritura. Erudito, traductor, doctor —reconocido así desde 1298— y —junto a Ambrosio, Agustín y Gregorio— padre de la Iglesia, Eusebio Hierónimo, afamado como Jerónimo de Estridón (c. 347 – 420 d. C.), es recordado principalmente por la Vulgata editio, su traducción de la Biblia al latín. El trabajo fue realizado por encargo papal, y se convirtió en el texto bíblico oficial para la Iglesia católica durante más de mil años. 

 

Originario de Estridón de Dalmacia —una ciudad romana ubicada quizá en lo que actualmente es Croacia o Eslovenia, y destruida hasta sus cimientos por los godos en 379—, desde muy jovencito Jerónimo emigró a Roma, en donde estudió retórica, gramática, filosofía y literatura griega y latina. Hacia el 366 se bautizó. Alrededor de 373 viajó por Tracia y Asia Menor, y llegó hasta el norte de Siria. Había, pues, abandonado las comodidades y lujos de la capital del Imperio para entregarse a la contemplación y al estudio. Vivía austeramente, pero viajaba cargando un montón de rollos de papiro, cuadernos de pergamino y tablillas enceradas —en el siglo IV, el códice, esto es, hojas de pergamino encuadernadas, comenzaba a reemplazar al rollo, pero aún no era dominante—; no había querido desprenderse de la biblioteca que había reunido en Roma. Desde joven se había entregado a la lectura de los clásicos, y le “repelía el estilo tosco” de los profetas cristianos —“no viendo la luz por tener ciegos los ojos, pensaba que la culpa no era de los ojos, sino del sol”, se reprendería posteriormente—. Mientras se encontraba en el desierto sirio de Calcis, alrededor del año 375, un día de cuaresma, estando enfermo y con fiebre, “arrebatado súbitamente en el espíritu”, fue “arrastrado ante el tribunal del juez”. Tiempo después, hacia el 384, Jerónimo narraría la experiencia onírica que marcó su conversión espiritual definitiva, en una misiva —Carta 22— dirigida a Eustoquia —la hija de santa Paula, la noble romana que fue discípula y colaboradora cercana—. La carta ofrece una serie de consejos sobre cómo rechazar las tentaciones mundanas para llevar una vida ascética dedicada plenamente a Dios. Relata cómo, durante el sueño febril fue llevado en espíritu ante un tribunal divino. Allí, contestando una pregunta expresa, se declaró cristiano, pero el juez celestial lo amonestó diciéndole: “Mientes, tú no eres cristiano, sino ciceroniano, pues donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Era una alusión directa a su biblioteca y su afición por la literatura pagana, especialmente las obras de Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a. C.). El tribunal ordenó entonces que azotaran al inculpado, pero él pidió clemencia y juró deshacerse y olvidar todos los textos seculares. Por supuesto, por más inteligente y culto que haya sido, Jerónimo de Estridón no podía entender aquel sueño como producto de sus propios conflictos intrapsíquicos, sino como un mensaje divino: “Aquello no había sido un simple sopor ni uno de esos sueños…”


Francesco D'Antonio Di Bartolommeo, El sueño de san Jerónimo (1431)


El episodio lo marcó, y Jerónimo juró renunciar a todos los textos paganos y dedicarse exclusivamente al estudio de las Sagradas Escrituras. Aquel sueño se convirtió en un símbolo de la tensión entre la cultura clásica y la fe cristiana.

 

Además de soñar, mientras se hallaba en el desierto sirio, comenzó a aprender hebreo, lo que más tarde le permitió traducir directamente la Biblia del hebreo y el griego al latín. Jerónimo escribió también numerosos comentarios bíblicos, cartas y tratados teológicos. Pasó sus últimos años en Belén, donde fundó un monasterio y continuó su labor intelectual hasta su muerte.

 

Jerónimo fue pues quien metió en el Eclesiastés 1:15 Stultorum infinitus est numerus, conservada en las biblias castellanas hasta bien entrado el siglo XIX. Si acaso se trata de una paráfrasis, porque el original dice otra cosa. La Nova Vulgata —revisión de la traducción jeronimiana encargada por el Concilio Vaticano II— corrige: Quod est curvum, rectum fieri non potest; et, quod deficiens est, numerari non potest, “Lo torcido no puede enderezarse, y lo que falta no se puede contar”. En efecto, Jerónimo sustituyó la imagen concreta del texto hebreo (“lo torcido” y “lo que falta”) por una metáfora moral: asoció “lo torcido” (מְעֻוָּת) a la “estulticia” humana y “lo que falta” (חֶסְרוֹן) a la idea de un “número infinito” de necios. Su versión es una exégesis alegórica que buscaban extraer enseñanzas espirituales del texto.

 

Curiosamente, la frase latina de Jerónimo está inspirada ni más ni menos que en Cicerón —“Todo está lleno de necios”—. ¿Se habrá dado cuenta el hombre de que estaba haciendo precisamente lo que, en su famoso sueño, el tribunal divino le echó en cara? ¿Habrá colado inconscientemente a Cicerón en el Eclesiastés nada más por el placer de engañar al tribunal divino? 

domingo, 16 de febrero de 2025

La capacidad negativa

  

El poeta, si es poeta de verdad,

siempre tiene que repetirse “no sé”.

Wislawa Szymborska

 

 

 

En una carta a Benjamin Bailey (1791–1853), el 22 de noviembre de 1817, John Keats (1795-1821) aseguraba algo que muchos podrían leer equivocadamente como un pequeño rosario de ingenuas expresiones imberbes, como un arrebato típico de un joven romántico…

No estoy seguro de nada, salvo de la santidad de los afectos del corazón y la verdad de la imaginación: lo que la imaginación capta como belleza debe ser verdad…

Estas aseveraciones no se quedan en lirismo, por el contrario, manifiestan una postura epistemológica profunda.

 

*

 

La pregunta fue la siguiente: ¿qué hace que en la actualidad tanta gente sea estúpida? Robert Greene tuvo una respuesta: “Lo que hace a la gente estúpida es su certeza de que tiene todas las respuestas correctas”, contestó sin dudarlo.

 

¿Irónico? No lo sé.




 

*

 

Hablando de la estupidez generalizada, Robert Greene (Los Ángeles, 1959), autor de varios bestsellers —The 48 Laws of Power, The Art of Seduction, The 33 Strategies of War, Mastery, The Laws of Human Nature, entre otros—, en plática con Chris Williamson recordó que hace un par de siglos el poeta romántico John Keats acuñó el concepto de capacidad negativa.


Severn, Joseph (1793-1879) - 1819 Portrait of John Keats.


Encuentro una buena descripción de la noción negative capability en el glosario de términos del sitio de la Poetry Foundation. Traduzco:

Formulada por primera vez por John Keats, es una teoría sobre el acceso del artista a la verdad, ajeno a la presión de la lógica o de la ciencia. Reflexionando sobre su propio oficio y el arte de otros, especialmente el de Shakespeare, Keats supuso… que un gran pensador es “capaz de permanecer con incertidumbres, misterios, dudas, sin lanzarse a una irritante búsqueda de hechos y razones”. Así, un poeta tiene el poder de dejar de lado la conciencia, habitar un estado de apertura total a la experiencia e identificarse con el objeto contemplado. Para Keats, el poder inspirador de la belleza es más importante que la búsqueda de hechos objetivos…

En efecto, en una carta que el joven John Keats —tenía entonces 22 años— escribió el 21 de diciembre de 1817 a sus hermanos George y Tom, acuña y define el concepto de negative capability:

…de inmediato se me ocurrió qué cualidad conforma a un Hombre de Logros [Man of Achievement], especialmente en la literatura, y que Shakespeare poseía en grado enorme: me refiero a la capacidad negativa [Negative Capability], es decir, cuando un hombre es capaz de permanecer en medio de la incertidumbre, el misterio, la duda, sin un ansia exacerbada de llegar hasta el hecho y la razón…

No de la capacidad negativa, sino de su opuesto, la compulsión de hallarle explicación a todo, esa arraigada maña, tan moderna, claro, Keats pone como ejemplo a un tal Coleridge —se refiere a Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), poeta y, obvio, teólogo y filósofo—, quien, asegura, “dejaría pasar una fina verosimilitud aislada captada desde el Penetraliumdel misterio, por ser incapaz de conformarse con un conocimiento incompleto”. Con el latín Penetralium se refiere a la parte más interna o secreta de un sitio, como el santuario de un templo. En el contexto de la misiva, Keats usa esta palabra metafóricamente para describir el ámbito más profundo de lo enigmático y lo desconocido. Keats critica a Coleridge diciendo que, incapaz de quedarse con un conocimiento parcial (half-knowledge), deja pasar (let go by) una “fina verosimilitud aislada” al verse obligado a buscar explicaciones racionales, en lugar de aceptar la belleza de lo incierto y lo misterioso. En cambio, el verdadero artista, como lo fue Shakespeare, debe ser capaz de habitar la incertidumbre sin sentirse incómodo o apresurado por encontrar una respuesta única y definitiva. La grandeza de la capacidad negativa que bosqueja Keats se dimensiona sólo si mantenemos presente una obviedad que nos gusta no tomar en cuenta: en estricto sentido, todo conocimiento es parcial.

 

*

 

Unos meses después, en mayo de 1818, ahora en una carta dirigida a su amigo John Hamilton Reynolds (1794-1852), poeta y dramaturgo, John Keats desarrolla una alegoría entre platónica y freudiana; la parafraseo enseguida…

La vida humana es como una gran mansión de muchas habitaciones, de las cuales solo puedo describir dos —para mí, las demás siguen cerradas—. La primera es la Habitación de la Infancia o de la Inconsciencia, donde habitamos sin cuestionarnos nada. Aunque la puerta de la siguiente habitación está abierta y llena de luz, nosotros tardamos en cruzarla. Cuando el pensamiento despierta en nosotros, nos empuja hacia ella. Al entrar en la Habitación del Pensamiento Virginal, la claridad que hay ahí nos deslumbra. Es un lugar maravilloso donde podríamos permanecer para siempre. Pero el pensamiento agudiza nuestra visión y nos revela toda la miseria del mundo: el dolor, la enfermedad y la opresión. Poco a poco, la habitación se oscurece y en su entorno se abren muchas otras puertas, pero todas conducen a pasajes en penumbra. No distinguimos el equilibrio entre el bien y el mal. Nos encontramos en las tinieblas, sintiendo el peso del misterio.

Según Keats, quienes se atreven a salir de la Habitación del Pensamiento Virginal para deambular por las tinieblas son los grandes artistas, como William Wordsworth (1770-1850) y William Shakespeare, quienes lograron escribir aceptando la ambigüedad y complejidad de la realidad…, y así nos alumbran.




 

*

 

En aquella carta del 22 de noviembre de 1817, Keats también le decía a Bailey —quien por cierto se haría clérigo—: “La imaginación puede compararse con el sueño de Adán: despertó y lo encontró hecho realidad”.

lunes, 10 de febrero de 2025

Jicotes tarugos

 

Malinchismo no fue palabra que usáramos sino hasta bien entrado el siglo XX. Muy probablemente no tiene ni siquiera cien años de existencia. Argüía yo aquí que, considerando su origen histórico, difícil sería hallar términos equivalentes en otros idiomas; iba más allá y decía que equivalentes plenamente sería, en estricto sentido, imposible. Esto resulta indiscutible si tomamos como buena la precisa definición del vocablo que aporta el Diccionario de mexicanismos del Colmex:

Tendencia de algunos mexicanos a preferir lo extranjero o al extranjero —en particular si es blanco, güero y de tipo germánico— sobre sus propios compatriotas, sus propios productos o sus propios valores y tradiciones.

En cambio, si atendemos el significado que el diccionario de la RAE da a malinchismo, la cosa cambia: “actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio”. Entendida de esta manera la palabra, podríamos tener peruanos malinchistas, chinos malinchistas, españoles malinchistas, you name it… Y, consecuentemente, entendida así, malinchismo podría, efectivamente, tener algunos sinónimos. Por ejemplo, encuentro uno de origen escandinavo…

 

 

Quisling

 

Desde mediados del siglo pasado, la palabra quisling se ha utilizado en varios idiomas como sinónimo de “traidor” y “traición”. Se trata también de un epónimo: así como malinchismo proviene del sobrenombre de un personaje histórico —la Malinche, alias de Malitzin, después doña Marina—, quisling procede de una persona concreta: Vidkun Quisling (1887-1945), un oficial del ejército noruego que se puso al servicio de los nazis desde el primer día de la entrada de Noruega en la Segunda Guerra Mundial, y quien después sería impuesto por Hitler como primer ministro de su país. El vocablo se usa no sólo en noruego, también en alemán, francés e inglés. En esta última lengua se derivó también el verbo to quisle: to serve or act as a quisling, según el Webster.

 

Hans Fredrik Dahl, profesor de historia de la Universidad de Oslo, publicó en 2008 Quisling, A Study in Treachery, una biografía de Vidkun Quisling realizada a partir de una enorme batería de fuentes: archivos nórdicos, alemanes, italianos y rusos, así como documentos familiares, rastreando así la carrera de Quisling hasta su juicio y ejecución por alta traición contra su patria. El hombre fue fusilado —nueve balazos en el corazón y luego, supuestamente como tiro de gracia, otro en la sien— en la fortaleza de Akershus la madrugada del 24 de octubre de 1945. Quisling murió proclamando a gritos su inocencia. Para él mismo, era más que inocente: días antes había escrito a su hermano: “Moriré como un mártir”. Semanas atrás, ante el tribunal que lo había sentenciado…

… había proclamado su inocencia … Insistía incansablemente en que su golpe de Estado del 9 de abril de 1940, su liderazgo del partido nazi noruego y su papel como primer ministro de la Noruega ocupada por los alemanes habían sido siempre en el mejor interés de la nación.

La vieja estratagema, pues: los traicioné por su bien.

Hans Fredrik Dahl narra en su libro que, durante sus últimos días, Quisling alegó que su muerte era parte de un plan divino para traer el Reino de los Cielos a la Tierra.

Había creído en el nacionalsocialismo alemán como una potencia mundial al servicio de Dios y había colaborado con él… En su celda, tuvo que admitir que el nacionalsocialismo estaba equivocado en algunos aspectos, como sus enseñanzas sobre la raza… Para Quisling, sin embargo, el nazismo era una fuerza que, llegado el momento, prepararía el camino para el reino de Dios en la Tierra. Sería castigado con la muerte por sus convicciones, pero no iba a ser el primero: Cristo mismo y, en Noruega, Olaf Haraldsson en 1030, habían muerto por la misma causa. Jesús, San Olaf, Quisling… ¿Era un traidor? A los ojos del mundo, claramente lo era. En su propia opinión, ser tachado de traidor era el precio que tenía que pagar por su comprensión de los caminos de Dios.

 

 

Moxikohuakan moxikowani

 

Anotaba también aquí que sería imposible encontrar en otros idiomas vocablos plenamente equivalentes a malinchismo/malinchista, a menos de que existiera una palabra semejante en alguna lengua originaria, particularmente en náhuatl, porque, en efecto, en última instancia, ser malinchista es, siendo mexicano o mexicana, despreciar a México y lo mexicano o ir en contra de sus intereses. Investigué y, en efecto, no aparece por ningún lado. Sin embargo, considerando el significado extenso de malinchismo, como el que le asigna la RAE al vocablo —“actitud de quien muestra apego a lo extranjero con menosprecio de lo propio”—, algunos mensajes por WhatsApp mediante, supe de una voz hermosa que de alguna manera se aproxima a la misma idea.

Por intermediación del Grillo Bravo, resulta que tuve ocasión de consultar al maestro Yaotl Pragedis Martínez de la Cruz. Él es profesor de educación primaria en náhuatl, y escritor en dicho idioma, en Atlamajalcingo del Río, municipio de Tlapa de Comonfort, en la región de la Montaña del estado de Guerrero. Gracias a Yaotl Pragedis puedo compartir con ustedes que la expresión moxikohuakan moxikowani —entiendo que el primer vocablo denota el lugar o el estado en el que ocurre cierta autodestrucción, mientras que el segundo alude al agente que realiza la acción— se refiere a un jicote —del náhuatl: xīcohtli, “abeja, abejorro”— que come madera, pero la madera de su nido, de su propia casa, una fea y sumamente estúpida costumbre. Jicotes tarugos: se pegan un tiro, solitos se meten el pie, se sabotean a sí mismos…