Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

jueves, 21 de agosto de 2025

Pobres

 

El pasado miércoles 13 de agosto el INEGI dio a conocer los resultados de la medición de la pobreza multidimensional. Como muy probablemente ustedes recordarán, de este trabajo, hasta hace muy poco, se encargaba el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, mejor conocido por sus siglas, el Coneval. Este órgano autónomo, hoy extinto, fue creado en 2005 exclusivamente para hacer eso. Así que esta es la primera vez que el INEGI se hace cargo de este trabajo específico. La primera vez que el CONEVAL midió oficialmente la pobreza multidimensional fue con datos correspondientes al año 2008, y su publicación se realizó en 2009.

 

Aquella fue la primera medición formal que integró tanto los ingresos como las carencias sociales de la gente para evaluar la pobreza en México. Desde la primera medición de pobreza multidimensional de 2008, el CONEVAL basó sus cálculos en los microdatos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), levantada por el INEGI. Y siempre fue así: el INEGI levanta la ENIGH en una enorme muestra de hogares en todo el país, procesa la información, publica los resultados y libera los microdatos, y luego, con esa información, el CONEVAL realizaba los cálculos para determinar qué tantas personas sufrían la condición de pobreza. Claro, esos cálculos se hacían y se hacen conforme a una metodología y empleando determinados procedimientos y algoritmos establecidos por ley. Aquel año, 2008, el porcentaje de población en situación de pobreza multidimensional era de 44.2%. Dos años después, en 2010, llegó a su máximo: 46.2%. Es decir, hace quince años, en pleno auge del neoliberalismo, prácticamente uno de cada dos mexicanos vivía en la pobreza. Y a muchos nos tocó, ¿no?

Antes de continuar subrayo:

  1. Desde que comenzó a hacerlo, el Estado mexicano realiza la medición de la pobreza multidimensional con base en el mismo instrumento estadístico, la ENIGH, una encuesta realizada por primera vez, ya con ese nombre en 1977. Ojo, hace casi cincuenta años, la ENIGH fue levantada por primera vez por la Dirección General de Estadística, la institución a partir de la cual se conformó el INEGI en 1984. Dicho de otra forma, en el INEGI se tiene la experiencia de medio siglo levantando la encuesta en hogares a partir de cuyos resultados se estima la pobreza.
  2. El INEGI, como lo era el CONEVAL, también es un órgano autónomo del Estado mexicano. Lo es desde 2008 y antes era un órgano desconcentrado. Insisto, pues: la pobreza en México la sigue midiendo un órgano autónomo.
  3. Siempre se ha medido la pobreza con base en los microdatos de la ENIGH.
  4. La metodología para medir la pobreza multidimensional no ha sido modificada: en esta ocasión, la medición la realizó el INEGI en apego a los “Lineamientos y criterios generales para la definición, identificación y medición de la pobreza”, que emitió el Coneval en su momento.

Bien, dicho esto, retomo…

 

El pasado miércoles 13 de agosto el INEGI dio a conocer los resultados de la medición de la pobreza multidimensional, y para decirlo en corto, resulta que el primer gobierno de la 4T, el encabezado por Andrés Manuel López Obrador, sacó de la pobreza a casi 14 millones de hombres y mujeres. De lo anterior se desprende que hoy en México 29.6% de la población vive en situación de pobreza. Pero ojo, en 2018 esa proporción era de 41.9%, es decir, más de 12 puntos porcentuales más.

 

Se dice fácil, ¿no? Pero sopesen el dato: resulta entonces que desde que se mide, en este país nos encontramos con la menor proporción de pobres. Este dato confirma que aquello de que “Por el bien de todos, primero los pobres” nunca ha sido una consigna retórica, demagógica, sino una directriz de política pública.

 

Y claro, frente a la contundencia de la noticia ni la opostración lastimera ni sus opinócratas apocalípticos pudieron hacer nada. A aceptar la realidad:

 

Resulta pues que no fue el gobierno de un presidente tecnócrata educado en Harvard, tampoco el de un doctor en economía, tampoco el de un posgraduado en Yale, ni el de ninguno de los panistas neoliberales, mucho menos el del licenciado de la Panamericana, no, sino el encabezado por un licenciado en administración pública egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM quien sacó de la pobreza a más mexicanos. Va de nuevo: casi 14 millones.

 

Pero, claro, no lo aceptaron de buena manera, al contrario. Que nos vaya bien les cae mal. Más que caras de felicidad por el buen resultado para todas y todas, abundaron las caras largas, las felicitaciones con cara de luto, los “bueno sí, pero”. Lo peor de todo es que les cayó encima un tsunami y apenas dicen que sí, que la verdad tienen que aceptar que se mojaron.

 

Por ejemplo, con esa facha de amargamiento estacionado que desde hace tanto tiempo ya porta en el rostro, Gómez Leyva tuvo que salir a cuadro a decir que era necesario aceptar la buena noticia y felicitar al país por ello, pero enseguida, a bote pronto, trató de minimizarla con una estratagema de lo más bajo: que sí, que los resultados de la medición de pobreza multidimensional eran sin duda la nota de la semana… Como lo oyen: la nota de la semana. No, señor, no es la noticia de la semana, es un hecho que se destaca en décadas, es una nota que pasa ipso facto a la historia.

 

Aquello de “Juntos haremos historia” tampoco se quedó en lema político-electoral: ha sido guía. De 2018 para acá la historia dejó de hacer algo que nos pasaba encima y comenzó a ser algo que nosotros hacemos.

 

Otro ejemplo y ya. Roy Campos comentó con la señora Azuzadora las notas de la semana. “… desde el punto que se quiera ver, dijo, el hecho de que esté menos gente en la pobreza es de celebrarse, independientemente de la ideología y de quién lo haya logrado”. Insistió que fue una muy buena noticia. “¡Y lo van a cacarear décadas!”, pronosticó la señora. Pues sí, deberíamos hacerlo. Yo, por lo pronto, cierro compartiendo con ustedes algunos numeritos:

  • Lo conseguido en tan sólo 4 años es espectacular. De 2020, en plena pandemia, esto es, en medio de la crisis económica que el mundo haya vivido desde la Gran Depresión, a 2024, la gente que vivía en pobreza extrema bajó de 10.8 millones a 7 millones. Medítenlo: casi cuatro millones de niños, niñas, jóvenes, ancianos y gente adulta salió de una situación económica en la que ni siquiera podía satisfacer sus necesidades básicas.
  • En el otro extremo: mientras que en 2018 solamente el 23.7% de la población de nuestro país podía considerarse no pobre y no vulnerable, para 2024 aumentó a 32.5%, esto es, casi 10 puntos porcentuales.
  • En 2018, el 49.9% de la población total de México tenía un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos.  Al final del sexenio del presidente AMLO, ese porcentaje disminuyó a 35.4%

Y bueno, quienes no quieran celebrar esto… allá ellos, ¡pobres!

domingo, 17 de agosto de 2025

Una de dinosaurios

  

¿Un T-Rex bailando chachachá? Sí, mientras Triquitrán (Tin Tan) canta y cabriolea a Jade (Lilia del Valle), su curvilínea cavermango

Estaré junto a ti toda toda la vida,

En las buenas, de bajada o de subida.

Y tendrás una cueva distinguida,

Con huesos de dinosaurio. 

Y será caverna moderna,

Con luz y gas, con calefacción interna, por delante y por detrás.

Tendrá reloj moderno, que nos diga qué hora son.

Tendrá tocadiscos, radio y también televisión.

 

La escena ocurre en la primera película mexicana en la que podemos ver la coexistencia de seres humanos prehistóricos con dinosaurios: El Bello Durmiente (Gilberto Martínez Solares, 1952).


El anacronismo deliberado seguiría siendo explotado por la industria fílmica nacional —poco después, por ejemplo, Viruta y Capulina protagonizan La edad de piedra (1964)—. Para entonces, las chanzas de trogloditas tenían ya una amplia tradición en el cine. Chaplin interpretó a un hombre de las cavernas en His Prehistoric Past (1914), aunque en este cortometraje no aparecen más bestias que las humanas, como tampoco en Clubs Are Trump (1917), de Harold Lloyd. En cambio, en Three Ages (1923), Buster Keaton sale muy campante viajando a bordo de un descomunal brontosaurio.

 


La difícil convivencia de humanos y dinosaurios no sólo ha sido tema de comedias. El subgénero de la paleofantasía es casi tan antiguo como el cine de ficción. Las primeras películas de fantasía datan de 1896 —La Fée aux Choux de Alice Guy y Le Manoir du Diable de Méliès—, mientras que Prehistoric Peeps, de 1905, de Lewin Fitzhamon, fue la primera película que llevó “dinosaurios” a la pantalla. En 1914 fue estrenada Brute Force (1914), de D. W. Griffith, en la que, con tintes melodramáticos, se recrea la vida de hombres primitivos enfrentados a los peligros de la naturaleza —entre otros, un enorme Ceratosaurus—. Al año siguiente se estrenaría The Dinosaur and the Missing Link, un cortometraje stop-motion realizado por Willis O'Brien —el mismo que poco después se encargaría de los efectos especiales que dieron vida a King Kong (1933)—. De 1940 data la magnífica One Million B.C., dirigida por Hal Roach y Hal Roach Jr —la trama, una suerte de Romeo y Julieta troglodita: el amor de Tumak, del clan de la Roca, y Loana, de los Concha, supera cualquier dificultad, incluso batallas cuerpo a cuerpo con fieros dinosaurios—. Pero la película de dinosaurios más exitosa de todos los tiempos no sería estrenada sino hasta la última década del siglo XX —la saga sigue generando millonarias ganancias—; ya no incluyó sapiens prehistóricos, nada más contemporáneos: Jurassic Park (Spielberg, 1993). Tomando en cuenta factores como relevancia histórica, popularidad, innovación técnica, éxito comercial y reconocimiento de la crítica, ¿cuáles fueron las películas de dinosaurios más destacadas entre 1940 y 1993? Pienso que al menos deberíamos considerar las siguientes:

  • The Beast from 20,000 Fathoms (Eugène Lourié, 1953). Pionera del género de “monstruos atómicos” —inspiró a Godzilla (1954)—. Un dinosaurio reanimado accidentalmente por pruebas nucleares ataca Nueva York.
  • Viaje a la Prehistoria (1955). Una imperdible obra maestra del checoslovaco Karel Zeman. Desde un enfoque científico, algo inusual en el género, combina actores reales, stop-motion, maquetas y paisajes pintados. 
  • El remake de 1966 de One Million B.C. (Don Chaffey), protagonizado por Raquel Welch, quien se posicionó como un icono sexy sesentero.
  • El western El Valle de Gwangi (Jim O'Connolly,1969). Un grupo de vaqueros captura un Allosaurus para exhibirlo en un circo, con resultados, claro, calamitosos.
  • When Dinosaurs Ruled the Earth (Val Guest, 1970). La película se narra casi por entero visualmente, con diálogos mínimos en “lenguaje cavernícola”.

Resulta indiscutible que, desde Prehistoric Peeps hasta las películas de la serie Jurassic Park, los dinosaurios y su imposible convivencia con los seres humanos han formado parte importante del imaginario colectivo de la cultura de masas de Occidente, especialmente en su dimensión visual —poco ha colaborado en ello la literatura—. Con todo y el gran éxito de las superproducciones de Spielberg, creo que William Hanna y Joseph Barbera han sido quienes han hecho una contribución más profunda al imaginario colectivo en lo que toca a la familiaridad con la que hoy vemos a la fauna jurásica. Por supuesto, me refiero a la serie televisiva de dibujos animados The Flintstones, que comenzó a transmitirse en 1960 —aunque las caricaturas originales ya no se producen, la franquicia continúa activa, expandiéndose con nuevas producciones y una gama de productos—. Sea como haya sido, el hecho de que hoy día los dinosaurios nos resulten tan de nuestro mundo resulta algo insólito, toda vez que el último de ellos dejó de existir muchísimo tiempo antes de que los primeros de nosotros aparecieran en la Tierra: la extinción de los dinosaurios ocurrió hace 66 millones de años, mientras que el homo sapiens surgió de la cadena evolutiva hace apenas 0.3 millones de años.

 

No sólo nos separan de los dinosaurios más de 65.5 millones de años; además, la mayor parte de nuestra existencia genérica la pasamos sin saber de su existencia. La paleontología es una disciplina muy joven: los primeros fósiles de dinosaurio se identificaron y describieron en el siglo XIX, cientos de miles de años después del surgimiento de nuestra especie. Así que, durante la vasta mayoría de nuestra existencia como especie, los restos de dinosaurios que la gente llegaba a encontrar no podían ser explicados o bien se creía que pertenecían a criaturas mitológicas. De hecho, la palabra dinosaurio es muy reciente.


Fue apenas en 1841, durante una reunión en casa del geólogo William Buckland, cuando el biólogo Richard Owen sugirió por primera vez que ciertos fósiles encontrados en Inglaterra —el Megalosaurus hallado por Buckland, y el Iguanodon y el Hylaeosaurus por Gideon Mantell— podían agruparse en una misma categoría. Un año más tarde, en su informe para la British Association for the Advancement of Science, Owen acuñó el término Dinosauria, que en griego significa “lagartos terribles”. De ese modo, lo que hasta entonces eran hallazgos aislados pasaron a ser reconocidos como un grupo de animales extintos, inaugurando no sólo un campo de investigación científica, sino también una rica cantera de imágenes para la cultura popular. Ahora, si bien para los naturalistas victorianos los dinosaurios pertenecían a un “mundo anterior”, no tenían ni idea de qué tan antiguos eran realmente. Comprendían que se trataba de criaturas arrancadas de un espesor de tiempo que sólo podía entenderse con palabras —eras sin medida, antigüedad inconcebible, profundidades geológicas—. Owen y sus contemporáneos leían en las rocas una secuencia ordenada (estratos, superposiciones, cambios de faunas), pero sin unidades numéricas de medida. Sabían que aquellos huesos provenían de un estrato muy distante de cualquier memoria humana y aun de toda mitología, pero no podían decir cuántos años los separaban de nosotros. La datación radiométrica deportaría a esas bestias colosales varias decenas de millones de años antes de nuestra aparición en el planeta, pero la iconografía nos los devolvió. La distancia de 65.5 millones de años es una cifra que excede nuestra comprensión intuitiva; es una profundidad geológica y temporal que sólo puede ser aprehendida en palabras y teorías científicas. Sin embargo, en un giro fascinante y profundamente humano, nuestra cultura de masas ha domesticado a lo inconmensurable. La ciencia nos dio la palabra para nombrar a los "lagartos terribles" de una era lejana, y el cine y la televisión los convirtieron en mascotas, en villanos, en monstruos o en íconos cotidianos. La paradoja de nuestra relación con los dinosaurios radica precisamente en esto: son el testimonio de una extinción cósmica, de la vastedad del tiempo y de la insignificancia humana, pero al mismo tiempo se han convertido en una parte entrañable y humana de nuestro mundo, en un eco de la naturaleza que hemos aprendido a escuchar a través de la imaginación.

sábado, 16 de agosto de 2025

¡Oh, postración!


Día a día resulta más y más evidente que, de política, hoy aquí en México, a la oposición ya no le queda prácticamente nada. Tan simple como que no pasa una jornada sin que se exhiban haciéndonos saber que la cosa pública no sólo no les interesa, sino que hasta le hacen ascos. El bienestar de las mayorías, los beneficios directos para la gente, la utilidad pública … todo eso les resulta tan ajeno a sus propios intereses que lo llaman demagogia, populismo… Nunca entendieron que gobernar no es mandar, sino servir. Ahora parece inocultable ya que para el neoliberalismo el pueblo llano no era más que una molesta carga, un inconveniente necesario, un continente ignoto apenas soportable si se mantiene lejos, distante del presídium, agradecido en spots televisivos y mediado por bien controladitas organizaciones de la bonita sociedad civil. Hoy es claro: la oposición ha abdicado de la política en tanto preocupación por lo común. Lo suyo ya no es la política, sino la gestión de privilegios, la administración del resentimiento, un reality show protagonizado por un montón de gatos panza arriba exigiendo impunidad y el espectáculo de un “no” monótono y sostenido. Sabían imponer, pero nunca se dieron tiempo de aprender a proponer y convencer. Desde hace mucho dejaron de disputar el poder y ya sólo intentan desesperadamente que no se vea que su fecha de caducidad ya pasó. 


La oposición política en México no sólo es cada vez menos política… No sólo les queda apenas una sombra del adjetivo: de 2018 para acá, su ser sustantivo se ha ido deslavando, desustanciando…


En efecto, día a día resulta más forzado seguir llamando “oposición” a la panda desarticulada de pillos con fuero, bufones faltos de toda gracia, odiadores sin más ideología que el rencor, añorantes de pasados vergonzosos, expertos de la holganza a sueldo, patiños de sí mismos, trampistas encorbatados y sacacuartos de tacón, caraduras y conchudos, histrionisas de pacotilla y faranduleros sin tablas, cipayos y malinchistas, gente bien malandra, fuleros, desmemoriados de sus propias brutalidades, golfos, cacos, mangantes acaudalados, parásitos omnívoros, chapuceros consuetudinarios, elegantes esgrimistas del pastelazo, paladines del vasallaje, vociferantes vacuos, trompeteros de apocalipsis que jamás ocurren… En fin, un desfile de esperpentos, un anti-panteón, una caterva de personajes que se han ido enzarzando en su decadencia y decrepitud conforme el mundo sigue dando vueltas y vueltas en sentido contrario a sus deseos reaccionarios.


Nimia y plañidera, la oposición en México cada vez es menos una fuerza política para ser cada vez más un amasijo de agentes desahuciados que sollozan. Progresivamente irrelevante y latosamente quejumbrosa, la oposición en México cada vez dice menos y lloriquea más. Lastimera, en este país la oposición cada vez deja oír menos su amargo lloro y más y más un gimoteo predecible, plúmbeo y ridículo. El prianismo es cada vez menos acción nacional y cada vez más reacción local, lunares dispersos por aquí y por allá. El prianismo es cada vez menos tricolor y cada vez más bicolor: azul apesadumbrado y rosita hipócrita. El empayasamiento del PAN ya hizo metástasis. Del PRD no quedan más que un pritufo y dos que tres capulinos sin viruta. El PRI ha sido reducido a la bravuconería chaparra y procaz. No hay ya oposición, sólo ¡oh, postración! La derecha mexicana contemporánea sigue siendo derecha, pero no es contrapeso para la izquierda, pura vacuidad, ingravidez programática. Su único derrotero es la derrota.


Y, claro, sus comparsas en la intelectualidad orgánica y ahora apocalíptica, su sequito séquito en la opinocracia mendigante, la caja de resonancia destartalada… tampoco cantan mal las rancheras. 


Tres ejemplos de actualidad pueden ser suficientes.


Como era de esperarse, a la prensa tradicional le importó muy poco que los resultados de la más reciente ENIGH levantada el año pasado por el INEGI confirmen que 10 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza entre 2018 y 2024. En cambio, se dieron vuelo criticando que Monreal se haya ido de vacaciones a Madrid…, en donde Calderón y Peña viven, por cierto, y más, pero por supuesto, que Andrés López Beltrán haya viajado a Tokio… ¡Cómo! ¡¿Con qué derecho van esos de Morena más allá de Oaxtepec! Los ingresos de los hogares mexicanos reportaron, en el sexenio pasado, un crecimiento de 15.6%, también de acuerdo con datos de la ENIGH, pero para los editorialistas de siempre la mira estaba en otras cosas. Una muestra, el señor Pascal Beltrán del Río, posteó muy objetivo y serio en su cuenta de X: 

Los nuevos ricos que ha generado el oficialismo tienen mucho dinero (a saber de dónde lo sacan) pero no tienen personalidad. Compran objetos y prendas caras, o viajan en Business, creyendo que con eso van a apantallar a todos. Pero sólo engañan a otros que no tienen personalidad.

¿Ven ustedes? Imposible discutir, argumentar racionalmente frente a esta sarta de prejuicios. Puro clasismo moscamuerta.


Segundo ejemplo Héctor Aguilar Camín escribió una columna hace unos días montada en la siguiente quimera… Y con quimera no me refiero al monstruo mitológico que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón, sino a eso que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. Dice el chetumaleño:

Un escritor y periodista español, de paso por México, me hace la pregunta que encuentra flotando en el aire:

Pregunta: Tu país ha conocido un cambio de gobierno. Da la impresión de que quien manda ahora llama por teléfono al que mandó antes. ¿O esta es una impresión del que viene de fuera y ustedes lo ven distinto?

¿Qué escritor? Misterio. Eche usted a volar la imaginación. Pero es español, uy. Por lo demás, la dichosa pregunta… ¿ustedes la han visto flotando en el aire o más bien encuentran en ella el delirio que machaconamente la derecha pregona: el que manda es AMLO, el que no está sí está. Y viene la respuesta que es un no sé que sí sabe. Dice el novelista:

Creo que todavía manda el anterior, desde su escondite, en Palenque, un búnker que nadie sabe cuánto cuesta, ni quién lo paga. Aunque lo sabemos todos: cuesta mucho y lo paga el gobierno.

¿Qué tal el rigor periodístico? ¿Debatible? Tanto como una novela de Verne. Pero algo sí que es indiscutible: de que lo extrañan, lo extrañan horrores. Y es más que lógico y entendible: si el rasgo fundamental es odiar a alguien o ser anti-alguien, pues te va la identidad en que ese alguien no desaparezca.


Último ejemplo. El ingeniero Krauze se acaba de aventar una editorial en el Reforma en la que, sin ninguna pena, exhibe el nulo apuntalamiento que tienen hoy sus diatribas en la realidad:

Enfrentamos el riesgo de una regresión gigantesca: eliminar tanto el sufragio efectivo como la no reelección. Abramos los ojos. Potencialmente nos enfilamos a ser lo que nunca fuimos, ni con el PRI ni con Calles, ni con Obregón, ni con Porfirio, ni con Santa Anna, ni con Iturbide, ni siquiera en tiempo virreinales: una monarquía absoluta hereditaria por la vía sanguínea.

Sin duda, aquí el adverbio “potencialmente” significa “en mi descarrilada mente enferma”.


En suma, la derecha mexicana contemporánea no se mantiene de pie ni siquiera para perder con dignidad: se arrastra entre nostalgias y fantasmas, conjura delirios para suplir su falta de ideas y da patéticas patadas de ahogado. La oposición ha dejado de ser contrapeso y se ha convertido en peso muerto; su “política” es puro performance y su porvenir, un epílogo escrito con tinta invisible.



martes, 12 de agosto de 2025

El sapiens con más malquerientes de la historia


Imposible saber quién es el ser humano más antipático del mundo —antipático es alguien que causa antipatía, es decir, un sentimiento de aversión, rechazo, repugnancia, odio incluso—. Imposible saberlo, porque piénselo: nada impide que la persona más antipática del planeta viva en una aldea perdida del remoto Altái occidental de Mongolia, o qué tal que es una castrosa viuda encerrada en una desvencijada casona en la colonia Juárez de la Ciudad de México que no sale más que para lo estrictamente indispensable y no le habla a nadie… Nada impide que el ser humano más antipático del mundo sea un esquimal que amarga la vida de cinco o seis familiares suyos y de su cuadrilla de perros, o un multimillonario californiano tapiado en un bunker de plomo y hierro a varios metros bajo tierra… De hecho, una de las consecuencias naturales de la antipatía es, al menos en condiciones normales, el aislamiento de la persona que la padece en carne propia y la hace padecer a quienes la rodean. La antipatía tiende a dificultar la interacción social. En un entorno social medianamente libre y diversificado, la antipatía mantenida conduce al retraimiento. Así que, dada la naturaleza de la antipatía resulta imposible saber quién es el ser humano más antipático del mundo… Pero lo que sí podríamos saber es qué persona es la que provoca antipatía en más gente, es decir, quién es el fulano o fulana que le resulta antipático a más congéneres. Por descontado, hoy día tendrá que ser alguien con una exhibición mediática extrema, global… Creo que a estas alturas ya cualquiera que me esté leyendo tiene definido su candidato. Como seguramente también usted lo cree, me parece que el ser humano que genera antipatía en más humanos es míster Orange-gután. Es más, considerando que nunca había habido ni tantos sapiens vivos —más de 8,240 millardos— ni tanta gente comunicada entre sí, aventuro que el aludido esperpento norteamericano es el ser humano que más millones de malquerientes ha logrado acopiar en toda la historia de la humanidad…, lo cual no es poco.

domingo, 10 de agosto de 2025

Los más influyentes

  

En su libro Socrates Meets Jesus, Peter Kreeft (1937) sostiene (traduzco):

Jesús y Sócrates son sin duda los dos hombres más influyentes de la historia. Las dos raíces principales de la civilización occidental son la cultura bíblica (judeocristiana) y la clásica (grecorromana). Así como Jesús se sitúa en el corazón de la primera, Sócrates lo hace de la segunda.
 

Pero el segundo juicio contradice al primero: la historia del mundo, por supuesto, no se reduce a la civilización occidental. Limitar la historia de los seres humanos a la civilización occidental implica ignorar las ricas y milenarias contribuciones de otras culturas, como las antañonas civilizaciones de Asia —China, India, Japón, Persia—, el mundo islámico, las culturas precolombinas americanas, y las culturas africanas y oceánicas. Estas tradiciones han dado lugar a cosmovisiones, gastronomías, expresiones artísticas, sistemas políticos, ciencia… Por otra parte, la mayor parte de la humanidad no se encuentra en la órbita occidental: actualmente, no más de una cuarta parte de la población mundial vive en el ámbito de la civilización occidental —Europa, América, Oceanía y algunas regiones con fuerte influencia judeocristiana y grecorromana—, y aunque esta cifra es significativa —alrededor de 1,850 millones de personas—, la mayoría de la humanidad reside fuera de este marco.

 

Considerando lo anterior, resulta difícil estar de acuerdo en que Jesús y Sócrates son los dos hombres más influyentes de la historia, puesto que estaríamos dejando fuera a personajes como Confucio, Buda y Mahoma, quienes han marcado profundamente el pensamiento y la conducta de miles de millones de personas —más o menos el 47% de la población mundial vive influenciada por el budismo, el confucianismo o el islam—.

 

Bien, entonces reformulemos la cuestión: ¿Jesús y Sócrates son los hombres más influyentes de la historia de la civilización occidental? Pensemos no en dos, ampliemos a cinco, y tratemos de acotar un poco qué entendemos por “influyentes”: ¿quiénes son las cinco personas más influyentes de la civilización occidental, a lo largo de toda su historia y considerando a la cantidad de gente cuyas vidas se encuentran actualmente afectadas para bien o para mal por ellas?

 

Enseguida, los cinco personajes más influyentes de la civilización occidental, según los principales chatbots —modelos de lenguaje grandes (LLM)—:

 


 ChatGPT

1. Jesús de Nazaret

Figura central del cristianismo. Ha moldeado la religión, moral, cultura y política de Occidente y buena parte del mundo durante dos milenios.

2. Platón

Fundador de la tradición filosófica occidental. Impacto enorme en la metafísica, ética, política, educación…; sus ideas aún nutren el pensamiento contemporáneo.

3. Aristóteles

Su enfoque sistemático influyó en casi todas las áreas del conocimiento y su obra fue pilar durante la Edad Media y el Renacimiento.

4. Moisés

Figura fundacional del judaísmo, cuyas leyes y enseñanzas han permeado la tradición judeocristiana y, por ende, la cultura occidental.

5. Isaac Newton

Sentó las bases del método científico moderno y la física clásica, transformando radicalmente la comprensión del mundo y la tecnología.

Para este artilugio, Sócrates, maestro de Platón quien a su vez tuvo por discípulo a Aristóteles, no entra en la lista. Curiosamente, considera a Moisés, fundador de una religión que hoy en el todo el orbe difícilmente alcanza los veinte millones de practicantes —el sijismo, por ejemplo, una religión fundada a finales del siglo XV en la India, por Guru Nanak, tiene más de treinta millones de fieles—.

 

 

Deepseek

 

También coloca a Jesucristo en primer lugar.

2. Karl Marx

Padre del socialismo científico y del comunismo moderno. Su pensamiento inspiró revoluciones (URSS, China, Cuba) y sigue influyendo en movimientos políticos y económicos, afectando a miles de millones.

3. Isaac Newton

4. Aristóteles

5. Albert Einstein

Revolucionó la física con la teoría de la relatividad y sentó las bases de la energía nuclear. Su trabajo afecta la vida diaria y la geopolítica.

Tampoco la AI de los chinos considera a Sócrates.

 

 

Grok

 

El chatbot de X coincide en cuatro personajes con las anteriores respuestas:

1. Jesucristo

2. Aristóteles

3. Isaac Newton

4. Karl Marx

Sin embargo, su última selección resulta sorpresiva —quizá al leer su nombre no sepas quién es, y digo es porque el personaje sigue vivo—:

5.  Tim Berners-Lee

Inventor de la World Wide Web, transformó la comunicación, la economía y la sociedad al democratizar el acceso a la información. La web afecta a miles de millones diariamente.

 

 

Gemini

 

La IA de Google también ubica en primer lugar a Jesucristo, pero enseguida enlista a dos personajes no mencionados hasta ahora:

2. Julio César

No sólo expandió el poder de Roma, también transformó la República en un imperio, sentando las bases para el modelo de gobierno que dominó Europa durante siglos.

3. Johannes Gutenberg

Su invención, la imprenta de tipos móviles, es una de las innovaciones tecnológicas más influyentes de la historia.

Gemini completa su quinteta con Newton y Marx.

 

 

Kimi-K2

 

Los primeros cuatro: Jesucristo, Aristóteles, Newton, Gutenberg…, pero en último sitio no coloca a Marx, sino a…

5. Adam Smith

Su descripción del mercado como mecanismo de coordinación pacífica se convirtió en el marco mental de la economía global. Capitalismo, socialdemocracia y planificación soviética se definieron en diálogo con él.

 

En todos los casos, extraño dos nombres: Charles Darwin y Sigmund Freud.

 

Ahora, cuando pedí a los mismos motores de IA quién es la mujer más influyente de la civilización occidental, todos coincidieron en la respuesta: María, por ser la madre de Jesús. Me sorprende porque hasta donde entiendo todos los demás también tuvieron madre.

martes, 5 de agosto de 2025

El socrático Don Quijote

 

Los hechos narrados por el alcalaíno Miguel de Cervantes (1547-1616) en el capítulo XLII de la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha se sitúan en el segundo bloque de la primera salida del dilecto personaje. En aquel momento, El Caballero de la Triste Figura y Sancho Panza han vivido ya varias desventuras a causa de las fantasías caballerescas del manchego. El capítulo se desarrolla en la casa don Diego de Miranda, un noble que acoge a los protagonistas y comparte con ellos sus ideas y experiencias. Sancho confiesa a don Quijote sus dudas sobre gobernar Barataria, la ínsula que supuestamente le ha sido prometida como recompensa por sus servicios como escudero. Con su peculiar lógica y humor, Sancho revela su incertidumbre sobre su capacidad para desempeñar labores de gobierno, temiendo no estar a la altura de las responsabilidades. Don Quijote, por su parte, lo anima, dándole además diversas recomendaciones sobre cómo debe comportarse como gobernador; destaco una de ellas:

… has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey; que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.

Al batracio al que Don Quijote se refiere es el de la fábula “La rana y el buey”, de Cayo Julio Fedro (c. 14 a. C. – 50 d. C.).

En cierta ocasión una rana vio a un buey en un prado y, envidiosa de tan gran corpulencia, infló su piel arrugada. Entonces preguntó a sus hijos si era más grande que el buey. Ellos dijeron que no. De nuevo estiró su piel con mayor esfuerzo y otra vez preguntó quién era más grande. Ellos dijeron que el buey; finalmente, llena de indignidad, al querer inflarse con más fuerza, cayó en el suelo reventada.

Unos seis siglos antes, Esopo había ya escrito una fábula equivalente, “El gusano y la serpiente”:

Había una higuera en el camino. Un gusano, que vio a una serpiente dormida, sintió envidia de su tamaño. y al querer igualarla se echó a su lado e intentó estirarse, hasta que, por esforzarse tanto, sin darse cuenta, se rompió.

Así, don Quijote le dice a Sancho que, si se conoce a sí mismo y mantiene la humildad, su pasado como porquero no será motivo de vergüenza. Pero si se infla de orgullo y olvida su origen, ese pasado se volverá grotesco y lo arrastrará al ridículo, como parte de una locura absurda en la que el humilde se cree grande sin razón.

 

Por supuesto, la recomendación de don Quijote a Sancho no es otra que la célebre máxima griega γνῶθι σεαυτόν (gnōthi seautón), inscrita en el templo de Apolo en Delfos y atribuida tradicionalmente a Sócrates. Nosce te ipsum, en latín, es mucho más que una simple exhortación: es un principio filosófico que atraviesa la historia del pensamiento de la tradición occidental. Cervantes fue un lector literatura clásica grecorromana. La máxima “conócete a ti mismo” era ampliamente conocida en el Renacimiento, no sólo por los textos de Platón y Cicerón, sino también por los manuales morales y políticos del siglo XVI.

 


Desde hace mucho es generalizada la creencia de que la máxima “conócete a ti mismo” fue ideada por Sócrates (470 – 399 a. C.). Aquí mismo me he referido ya a este desacierto; no voy a repetir la explicación, sólo diré que es una genialidad de Cervantes, ¡otra!, poner en boca de su loco entrañable la máxima apolínea.

domingo, 3 de agosto de 2025

El oráculo, la cruz y el diván

  

¿Quién es Víctor Eremita, Johannes de Silentio, Constantin Constantius, Johannes Climacus, Vigilius Haufniensis, Un Casado, Frater Taciturnus, Hilarius Bogbinder, Anticlimacus y Nicolaus Notabene? Tres pistas: 1) no pregunto quiénes son, sino quién es; 2) Johannes de Silentio aparece como autor de Temor y temblor (1843); 3) Vigilius Haufniensis —apelativo que podríamos traducir como “El vigilante de Copenhague”— firmó la obra El concepto de la angustia (1844).

 

Por supuesto, cada uno es un pseudónimo y todos ellos fueron “máscaras dialécticas” de una misma persona, el filósofo Søren Kierkegaard (1813-1855). En 1844, usando el sobrenombre de Johannes Climacus —quien, por cierto, existió realmente: fue un asceta del siglo VII—, Kierkegaard publicó Philosophiske Srnuler eller En Srnule Philosophi. En el mundo anglosajón, habitualmente este libro se ha traducido como Philosophical Fragments, lo cual resulta poco adecuado, mientras que al español se ha traducido de manera más atinada: Migajas filosóficas o un poco de filosofía, palabras que expresan mejor la ironía de Kierkegaard.

 

En el capítulo inicial de sus Migajas filosóficas, el joven danés —tenía entonces 31 años— explica con cortesía la noción de reminiscencia platónica —decimos platónica, aunque Aristocles, alias Platón (427 – 347 a. C.), la presenta por interpósita persona: su maestro Sócrates (470 – 399 a. C.), el héroe intelectual de los Diálogos—. Kierkegaard parte de una pregunta: ¿es posible aprenderse la virtud, es decir, la verdad, el conocimiento? En efecto, en el Protágoras, Sócrates argumenta que las virtudes (justicia, templanza, valor, etcétera) no son distintas, sino que forman parte de una sola y misma virtud: la sabiduría o conocimiento. En el Eutidemo, el mismo personaje propone que toda acción que conduce al bien requiere conocimiento, y de este modo, el bien proviene necesariamente del conocimiento, por lo que la virtud se equipara a sabiduría. Y en el Menón propone: “Si la virtud es ciencia, entonces es posible enseñarla.” Pero enseguida trae a cuento la llamada Paradoja de Menón: si la verdad debe aprenderse, es porque no está en el sujeto; por lógica y en contraparte, sería imposible buscar lo que ya se sabe pues no hay necesidad…, ¡pero tampoco lo que no se sabe! ¿Por qué? Porque no se tiene idea de qué buscar. Menón —según Jenofonte y Diodoro Sículo, Menón fue un político y general probablemente originario de Tesalia— interpela a Sócrates en estos términos:

¿Cómo vas a buscar algo, Sócrates, si no sabes en absoluto lo que es? ¿Qué clase de cosa vas a buscar? Y si lo encontraras, ¿cómo sabrías que eso es lo que estabas buscando?

Platón, también por boca de Sócrates, soluciona esta paradoja apelando a la doctrina de la anámnesis o reminiscencia. El alma es inmortal y ha conocido todas las verdades en vidas anteriores, así que el conocimiento está potencialmente en el sujeto: no se adquiere ex novo, sino que se reactualiza desde la interioridad del alma. Cuando nos hacemos de una verdad, en realidad no la aprendemos, sino que la recordamos mediante las preguntas adecuadas, entonces un alma ignorante puede “recordar” una verdad que no sabía conscientemente. Kierkegaard lo resume así:

Sócrates resuelve la dificultad a través de la idea de que todo aprender y todo buscar es sólo recordar, de tal modo que el ignorante no necesita más que rememorar para llegar a ser consciente de lo que sabe.

Por cierto, apenas lo anoto de paso, esta noción resulta sorprendentemente afín al objetivo del psicoanálisis según Sigmund Freud (1856-1939): hacer consciente lo inconsciente, o mejor, “trasportar lo inconsciente a lo consciente” (Conferencia 19, Resistencia y represión). El analista sería entonces, como Sócrates, una comadrona, un partero del saber.

 

Søren Kierkegaard, él bajo el pseudónimo de Johannes Climacus, propone una solución distinta a la Paradoja de Menón. Niega que el conocimiento esté en la persona y que baste una mediación para evocarlo. Para él, si el individuo está en la no-verdad, no puede por sí mismo producir la verdad. La verdad debe venir desde fuera de él. Aquí aparece la noción cristiana de la encarnación del Maestro —el Dios hecho hombre— y la idea de que la verdad debe ser comunicada por el Absoluto en el tiempo: un evento paradójico e irracional desde la lógica humana, lo que Kierkegaard llama “el instante”. Ese instante es el punto de irrupción entre lo eterno (la verdad) y lo temporal (el individuo), donde se da el salto de fe. No hay camino racional desde la ignorancia a la verdad; lo que hay es una conversión, un cambio radical de existencia posibilitado por la intervención del Maestro (Jesús), quien no enseña la verdad, sino que es la Verdad.

 

Una misma tesis —que el mal es inseparable de la ignorancia— recorre el pensamiento de Sócrates, Freud, Kierkegaard y Jesús.: el mal no se opone al conocimiento, sino que proviene de su falta. El ignorante no es culpable de no saber; su culpa, si acaso, radica en no querer saber. De ahí la necesidad de un partero —el filósofo, el analista, el maestro absoluto— que ayude a romper la inercia de la inconsciencia. Sócrates lo hace por la vía mayéutica; Freud, a través de la transferencia y la interpretación; Kierkegaard, con la exigencia del salto de fe. Jesús, por su parte, no apela a la memoria ni al método, sino al perdón: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas, 23:34). La frase no niega la violencia de la acción, pero suspende la condena del agente: no hay odio, sino ignorancia; no hay herejía, sino ceguera. Sócrates que no enseña, sino que hace que el otro recuerde; el analista que no instruye, auxilia a metabolizar pensamiento al paciente; Jesús no transmite una verdad, sino que encarna la Verdad… Y claro, todos ellos suponen que el saber transforma.

 

Diálogos mayéuticos, migajas de filosofía, parábolas celestes, asociaciones libres…, puede que no hallemos nunca la verdad definitiva, y quizá por eso el oráculo, la cruz o el diván sigan teniendo adeptos.

domingo, 27 de julio de 2025

Los primeros amantes de Sophia

  

 

1

 

Pierre Hadot (1922-2010) escribió varios libros imprescindibles, entre ellos Qu’est-ce que la philosophie antique? (1995). El filósofo y traductor parisino no se guarda las resultas necesarias de sus averiguaciones; yo intento una síntesis:

  1. La filosofía no es sólo abstracción, sino vida: los antiguos griegos la entendían como una elección existencial que transforma. Filosofar no se queda en el pensamiento.
  2. El discurso filosófico nace de un modo de vida, no al revés. Primero está la opción vital; luego, la justificación racional.
  3. Filosofar obliga a ejercitarse: dieta, diálogo o contemplación, meditación, en fin, prácticas para trasladar el pensamiento a la existencia.
  4. No hay filósofo aislado; filosofar requiere comunidad. La “escuela” era el crisol donde se forjaba un nuevo ser.  Un yo producto de la filosofía precisa de los demás.
  5. La sabiduría no obliga al silencio. El fin no es callar tras el razonamiento, sino vivir en coherencia con él.
  6. La filosofía se origina en una askesis del alma, un ejercicio de transformación interior mediante prácticas disciplinadas destinadas a elevar el espíritu hacia la sabiduría.

En suma, la filosofía antigua clásica se entendía como un arte de vivir vinculado a prácticas concretas.

 

 

 

2

 

¿Y cuándo y dónde se originó la dichosa filosofía? Si bien la palabra philosophia y sus derivados no aparecen en Grecia sino hasta el siglo V a. C., evidentemente hubo filósofos antes que filosofía: el pensamiento racional surge al menos un par de siglos antes, en Jonia —en efecto, la cuna de la filosofía occidental está en Asia Menor—.

 

Los llamados filósofos presocráticos rompieron con las cosmogonías míticas e intentaron explicar el mundo mediante la interacción de fuerzas físicas. Con todo, sus cosmografías, bajo la nueva racionalidad, mantenían la estructura del viejo esquema triple: origen del cosmos, del hombre y de la ciudad. El concepto de phusis marcó el tránsito del pensamiento mítico a la explicación racional del mundo. Al sustituir las cosmogonías basadas en la interacción entre dioses por una indagación sobre la phusis —la naturaleza entendida como principio dinámico y autónomo—, los primeros filósofos —Tales, Anaximandro y Anaxímenes— sentaron las bases de la ciencia y la filosofía occidentales. 

 

Además, la educación —la paideia— fue el suelo en el que germinó el pensamiento griego, transformando el aretéaristocrático en virtud del alma humana. Si Homero enseñó honor; la democracia exigió retórica: la fuerza del cuerpo cedió terreno al poder de la palabra. Los sofistas —pensadores provenientes de las colonias griegas, como Protágoras de Jonia o Gorgias del sur de Italia— entran en escena en Atenas como maestros de lo útil; no buscaban la verdad, sino persuadir para lograr el éxito político. La filosofía nacerá, en parte, para responderles.

 

 

 

3

 

La historia —indagación— presocrática precede a la sophia: verdad en movimiento. Nacido en Halicarnaso —Asia Menor— hacia el 484 a. C., Heródoto, considerado el padre de la historia, documentó guerras, culturas y tradiciones del mundo mediterráneo. En el Libro I, Clío, de las Historias, Heródoto cuenta cómo el rey Creso de Lidia recibió a Solón:

¡Oh huésped ateniense! Hasta nosotros ha llegado gran fama acerca de ti, tanto por tu sabiduría como por tus viajes, pues movido por tu amor al saber (philosopheōn), has recorrido muchas tierras para observar.

He aquí la primera aparición documentada de philosopheōn, usado aquí para describir los viajes de Solón como búsqueda activa de conocimiento.

 

 

 

4

 

Atenas, en el siglo V a. C., convirtió la filosofía y el cultivo de la belleza (philokalein) en pilares de su identidad democrática. Pericles, en su discurso fúnebre, celebra que los atenienses filosofaran (philosophein) “sin debilidad”: el saber ya no era privilegio de nobles, sino aspiración colectiva. Esta filosofía abarcaba desde la ciencia presocrática hasta la retórica sofística, que convertía el debate en espectáculo público. Isócrates reivindicaría este legado.

 

¿Y qué se entendía entonces por sophia? El concepto en la Grecia antigua brotó como una noción polisémica que evolucionó desde sus raíces homéricas como habilidad técnica —en la cerámica, la carpintería, la música u otros oficios, combinando el aprendizaje con la inspiración divina— hasta convertirse en una sabiduría integral que abarcaba tanto el conocimiento como la conducta ética. En los siglos VII y VI a. C., figuras como Solón y Hesíodo ampliaron su significado al destacar el poder transformador de la palabra, tanto de la poética y como de la política. Los llamados Siete Sabios encarnaron la fusión del conocimiento científico, la habilidad técnica y la sabiduría práctica, sintetizada en las famosas máximas délficas. Con el desarrollo de las ciencias exactas y la reflexión sobre la phusis, la sophia incorporó dimensiones cosmológicas que los sofistas del siglo V a. C. profesionalizarían, orientándola hacia la retórica política y la cultura general, allanando así el camino para el surgimiento de la philosophia como el amor sistemático al saber. La sophia griega fue una semilla que, al integrar técnica, poesía, política, ciencia y ética, florecería finalmente en la filosofía clásica.

 

 

 

5

 

El origen arcaico de la sophia griega tiene tres dimensiones: una técnica —Homero, como habilidad artesanal—, una poética —Hesíodo, como sabiduría inspirada— y otra política. Dichas ramas convergen en la sophia clásica, a la que se añaden dos nuevas vertientes: la científica —los presocráticos, el estudio de la phusis, la indagación histórica— y la sofística. Todo esto devendrá en la aparición de la philosophia, pero no será sino hasta Sócrates que la filosofía alcance una definición filosófica.